Diecinueve

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Duki llegó al hotel alrededor de las cinco de la mañana, acompañado por la rubia.

Después de tantos tragos que había tomado y de los cigarrillos de marihuana que consumió, no podía mantenerse en pie solo y por esa razón necesitaba de la compañía femenina.

- Gracias por acompañarme hasta acá pero ahora te tenes que ir - declaró en la puerta

Bianca se acercó peligrosamente a él y pasó los brazos por su cuello, para acariciar con las manos el pelo de su nuca.

Su cara la escondió en la zona del cuello y empezó a dejar besos húmedos por toda la zona, que hacían que la respiración del chico se volviera más pesada. Subió los besos hasta su oreja, donde le mordió levemente el lóbulo.

- No me quiero ir - susurró allí en su oído - Y creo que vos tampoco queres que me vaya

Al decir esa oración bajó su mano hasta la zona íntima del cantante y apretó el bulto que crecía ahí entre sus pantalones.

Mauro se estaba dejando llevar a causa de la borrachera que cargaba, y la joven se estaba aprovechando de eso. Si fuera otra la situación, no hubiera dudado en alejarla de él pero a causa del alcohol en sangre no actuaba con lucidez.

- Vamos arriba - lo incitó la chica

Agarró su muñeca y tiró de él hasta adentro del ascensor. Una vez adentro, empezaron a besarse con fogosidad y desesperación.

Duki metió sus manos debajo de la pollera de ella y le acarició el culo, para después ir hacía la parte de adelante e introducir dos dedos en su vagina. A ninguno le importaba que alguien pudiera pedir el ascensor y verlos.

Una vez adentro de la habitación, Bianca se despidió de sus sandalias y de su top. Mauro hizo lo mismo con sus zapatillas y pantalón. Ella lo empujó al colchón y se ubicó sobre su pelvis, moviéndose y generando una fricción entre sus sexos.

- ¿Estas apurada? - preguntó el joven en un tono entre burlón y exitado

- Si se trata de vos no quiero esperar - respondió

La rubia descendió el calzoncillo que se interponía entre los dos y dió comienzo a la acción.

Después de dos rondas Mauro quedó dormido en esa cama. Ella se vistió a paso lento para no despertarlo y, antes de irse, agarró una servilleta y escribió en ella un mensaje para el trapero.

Salió del hotel con una sonrisa, que no se le quitó en el resto del día.

Por su parte, Mila amaneció en el cuarto de al lado.

No entendía bien donde estaba hasta que recordó lo que había sucedido. Se levantó de la cama y fue al baño, donde se lavó la cara y con sus manos intentó peinarse un poco. Después, decidió que era hora de afrontar el problema llamado Mauro Ezequiel Lombardo.

Salió de la habitación de Facundo e ingresó a la que compartía con su novio. Lo vió descansando tranquilamente, con el torso desnudo y tapado hasta la mitad con las sábanas.

Decidió no levantarlo y hablar en ese momento, ya que sabía el mal humor de Mauro cuando lo despertaban. Por eso no quiso molestarlo. Solo iba a dejar cargando su celular allí y después caminaría un poco por la playa.

Cuándo se acercó a la mesa de luz, divisó un papel escrito con una letra muy prolija. Curiosa lo tomó y se puso a leerlo.

-

"Así como sos el número uno cantando, sos igual en la intimidad. Gracias por la hermosa noche que me regalaste. No me la voy a olvidar nunca, así como tampoco voy a olvidarme de tu forma de ser tan especial. Una parte de mí corazón ahora es tuya, Bianca"

-

Mila dejó caer la servilleta al suelo una vez que la terminó de visualizar.

Sin importarle el mal humor ni cómo podía llegar a reaccionar, empezó a mover el cuerpo de Mauro de un lado al otro y a darle pequeños golpes mientras lloraba.

Él se despertó asustado. Agarró las manos de la morocha intentando frenarla para que pudiera explicarle que estaba pasando, ya que no se acordaba nada de la noche anterior.

- Te odio - le gritó la chica mientras lo soltaba y se sentaba de rodillas en el piso - ¿Cómo pudiste hacerme esto?

- Mila, amor - habló él - ¿De qué hablas?

Ella, al verlo pararse de la cama e ir hacía donde se encontraba, se alejó aún más. No quería que la tocara.

- Amor nada Mauro, anoche me hablaste súper mal y me dejaste con el autoestima en el suelo, y encima me metiste los cuernos más grandes de la historia - le reprochó

- No me acuerdo nada - sostuvo el tatuado algo nervioso

La adolescente agarró el papel que estaba en el suelo y se lo tiró a los pies. Él lo leyó, y en su cara pudo notar la vergüenza y la confusión haciéndose presentes.

No podía creer que la había engañado. Y menos no tener un registro de eso.

- Eso no es lo que más me duele - le confesó Mila con su voz quebrada - Lo peor es que me dijiste que yo te aburría y que estabas harto de sentirte mi niñero

El joven la miró con tristeza. Siempre intento protegerla y ahora era él quien la hacía sufrir.

- Estaba borracho - dijo desesperado y tratando de arreglar las cosas

- Con más razón - replicó la morocha - Todos saben que los borrachos dicen la verdad

Complemento | DukiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora