iv. Rememorando

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Suspire con las lágrimas acuando mis ojos, con los sentimientos a flor de piel y un sollozo traicionero se escapó de entre mis labios, la opresión en mi pecho se acrecentaba y nuevamente me sentí a desfallecer, pero como a diferencia de todos los días tuve el valor de tomar la caja dorada ente mis manos y delinear con mis dedos el desgastado papel entre mis dedos, observe de nuevo, aquellos grabados, los jeroglíficos que servían como ilustración a cada leyenda que relataban, a cada historia escrita, mis irises estaban atentas a los trazos de la tinta, lo cerré y acaricié con fervor la pasta del libro, donde aparecía una pequeña pirámide dorada con el ojo de Jiret impuesto sobre ella, a veces me preguntaba si todos las historias eran reales, bueno mi abuelo decía que sí, pero aun así no me haría mal creer en algo, solo una cosa.

Necesita solo algo de esperanza.

Comencé a leer, saboree la lectura y como el resto de las veces que tenía el místico libro de cubierta casi dorada me encontré con una de mis historias favoritas la de dos faraones que gobernaron juntos, por primera vez, dos hermanos a quienes el pueblo rendía tributo como el día y la noche, quienes se encargaban de hacer la vida un poco más justa.

Si conociera aquella época, ¿viviría en aquella justicia tan anhelada?

La muerte y el juicioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora