xiii. Todo era obra de un sueño

357 53 36
                                    

La respiración de Yūgi era tranquila y acompasada, sus labios entreabiertos dejaban escapar un pequeño flujo de aire regulado, y al abrir sus ojos busco a sus dos acompañantes quienes no estaban.

¿Por qué no estaban?

Su boca enmudecida por el clamor matutino no le dio explicación y su mente ansiosa solo llego a una conclusión: era un sueño.

Todo se le comprobó cuando vio a los hermanos firmar algunos papeles, mientras iban acompañados del séquito real.

Yūgi tuvo que enjugarse las lágrimas traicioneras, todo había sido obra de fantasías.

La muerte y el juicioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora