ii. Agonía

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Abrí los ojos perezoso, desperté antes de que sonará mi despertador, solo algunas horas antes.

Como siempre.

Era insomnio.

Era cansado.

Dolía. Dolía y mucho, no solo me sentía ignorado, sino también sentía a mis ojos palpitar, ardían y sentía que en cualquier momento saldrían por sí solos de mis cuencas, era un inútil, un desperdicio.

Nadie me quería, a nadie le importaba, recordé aquel viejo sueño que me atormentaba desde hacia años, el día donde mis padres me abandonaron de manera definitiva al enterarse de que era omega, el día en que mi abuelo me consoló entre cuentos, el día donde por fin conseguí un amigo.

Él murió.

Llevaba desde su muerte sin abrir aquel libro de antiguas leyendas egipcias, dolía el recuerdo aun tan vívido, tan palpable, el solía decirme que tu casta solo era una parte de ti, no todo tu ser... Si los demás pudieran comprender.

Sentía las lágrimas bajar en caudales por mis ojos, mi abuelo solía decir que rezar ayudaría, si fuera cierto, solo deseo que sea cierto, tome la pequeña caja dorada que me dejo mi abuelo y recite mis deseos «por favor», suplique pensando en el mañana, mi abuelo amaba la mitología egipcia.

Si aquellos cuentos fueran reales, si Ra escuchará mi petición, tal vez... Todo sería distinto.











La muerte y el juicioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora