Capítulo: EPÍLOGO

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Desde aquel día que Candy White partiera, cuidar de su madre hubo sido el cometido de Thierry Granchester. También de ayudar en las cuestiones administrativas a sus amigas Doris y Cynthia quienes se tomaron en serio su idea y efectivamente hubieron unido sus capitales para instalar una lavandería muy cerca de la ciudad. Área, que con el transcurrir del tiempo, les estaba dejando bastantes ganancias, al haberse conseguido buenos clientes; entre ellos dos restaurantes de reconocido nombre y un hotel que llegaba a requerir de sus servicios cuando de servicios especiales se trataban. Principalmente la limpieza de elegantes y costosos trajes.

Precisamente uno de esos Cynthia atendía; y debido a que un teléfono comenzó a sonar, se puso a gritar:

– ¡Por favor, contesten. Yo tengo las manos ocupadas!

Una muy serena y recuperada Eli Baker quien entraba al establecimiento hubo sido la encargada de atender.

– Lavandería Cristal

– Sí, buen día. Estamos llamando del Hotel del Centro para saber si ya está listo el pedido con el número 9384

– Claro. Permítame un momento – la ex ama de llaves dejó la bocina en el mostrador para ir a una puerta y decir consiguientemente de abrirla: – Doris, ¿ya está el traje que trajeron en la mañana?

– Desde hace una hora – contestó la solicitada mujer, la cual con máquina en mano y frente a los racks colgantes, a cada bolsa de plástico engrapaba un ticket de color azul que era entregado por Thierry quien respondía:

– Por supuesto que después de saber que ella se había ido, fui a buscarla adonde su hermano; pero él no quiso atenderme. Días más tarde me enteré que el bar también había sido cerrado.

– Muriéndose así la esperanza en ti, ¿verdad?

– Vieras que no. Sé que un día volveré a toparme con ella.

– Sin embargo, los días van haciéndose muchos, y tú... sigues alimentando esa ilusión.

– Será porque...

– La amas, ¿cierto?

– Decir no sería mentir

– Y relacionarte con otra, una pérdida de tiempo.

– Porque mi corazón, quiero volver a llenarlo con ella.

– Que es obvio no te quiso nunca

– ¿Me creerás que hasta que su boca me lo confirme, lo aceptaré?

– Thierry –, Doris dejó un momento su actividad para girarse, mirarlo a los ojos e indagarle: – ¿por qué aferrarte de ese modo?

– Porque pienso que soy el único que la comprende

– Explícame eso, comprendedor – la copropietaria volvió a su quehacer escuchando:

– Era factible que su corazón sufría por alguien; y por ello se mostraba... bueno, tú mejor que nadie lo sabe. Luego... ¿para qué ocultarse de su hija? ¿para qué pedirnos a nosotros irnos? No te niego que temí que ella pudiera hacernos responsables. Sin embargo... ninguno de nosotros ha sido molestado hasta este día.

– ¿Quieres decir...?

Thierry estiró la mano para jalar un ticket mal pegado; y en lo que lo hacía decía:

– Que nos protegió. Que no sabemos lo que le dijo a la policía; pero es claro que ni a ti, ni a Cynthia ni a mi madre... involucró.

– No tenía por qué – contestaron irreverentemente. En cambio él...

Imposible no soñar contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora