Capítulo: 11

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Eran las cuatro de la tarde ¡por supuesto del otro día! cuando Thierry apareció. Y debido a la larga fila de autos que se fueron dejando a lo largo de la entrada de la mansión White, él tuvo que esperar a que se le diera el acceso.

Por éste, aguardó algunos minutos; no obstante y al notar que la línea no avanzaba y más carros hacían su arribo, para no dar molestias a los valet parking quienes se veían bastante atareados, Granchester movió su auto antes de que fuera bloqueado el camino; y lo suyo lo fue a estacionar no muy lejos de ahí. Sin embargo no descendió de su vehículo sino que se dedicó a mirar por el espejo retrovisor a los invitados. La mayoría muy bien vestidos y uno que otro que desentonaba. Jóvenes de entre los diecisiete y veinte años. Edad justa que la festejada necesitaba. Pero no. Lo quería a él; y por lo tanto en una habitación...

– ¡No bajaré sino hasta que me digas que ya llegó!

– No tardará en hacerlo, te lo prometo – Ely trataba de agarrar a la sí guapa pero berrinchuda jovencita que se alejaba diciendo:

– ¡No te creo! ¡Desde ayer vienes diciéndome lo mismo y fíjate la hora que es y él no está aquí ni tampoco con mi tía! Dime, Ely –, fingieron la súplica informativa: – ¿con quién está?

– Susy, no lo sé.

– ¡Sí, sí, lo sabes! –, en el piso zapatearon, – ¡pero no me lo quieres decir!

– Porque también lo ignoro

– ¡No es cierto! –, la apuntó amenazante. – Cynthia me dijo que el día anterior una mujer lo estuvo llamando y lo más seguro es que esté con ella.

– Y si así fuera –, la señora Baker tuvo que mostrarse enojada: – no le veo el problema. Tú no eres su novia. Sólo aceptó acompañarte en tu fiesta.

– ¡Pero aún así! –, la chica se puso en jarras. – ¡No tenía por qué salir de la casa! ¡Es otro empleado como tú!

– Es verdad. Sin embargo mi hijo no ha firmado ningún contrato dónde lo obliguen a obedecer –, Ely había alzado un poco la voz; y un segundo previo de que Susy replicara, se escuchaba al segundo siguiente de abrirse una puerta:

– ¡Ya llegó!

– ¡¿De verdad?!

– Sí, lo vieron entre los carros de los invitados.

– ¡Rápido, Ely! –, Susy fue a sentarse frente a la coqueta, – ven y retócame el maquillaje.

Retocada estaba la mocosa la cual detrás de un espejo, preguntaba:

– No estás enojada, ¿verdad?

No, casi nada; ya que ella como su tía era la segunda que se atrevía a menospreciar a su hijo que bien o mal para satisfacer sus caprichos... les servía; y por lo mismo...

= . =

Los invitados fueron conducidos al jardín que lucía elegantemente. Thierry lo estaba también. Y al pie de unas escaleras aguardaba por la persona que debía acompañar a partir de ese momento. En cambio la que estaba a su lado le observaba:

– Quien te viera, diría que esto que haces es peor que un castigo.

– ¿No te parece que lo es? –, sus masculinos gestos faciales y corporales lo corroboraban.

– ¿La invitaste? – Doris indagó sobre la presencia de una trigueña.

– Tú, ¿qué crees? –, la miraron con reto.

Imposible no soñar contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora