Supervisando el aseo del jardín que se ocupara el día anterior, Ely Baker estaba. También al cuidado de Susy quien había pedido se le instalara una pequeña carpa.
Pintar era otra de las cosas que la entretenía mucho; y ese día la jovencita, de mejor estado anímico, en cortos pantaloncillos blancos, blusa de holanes en color azul y huaraches de cintas estaba rodeada de cinco caballetes de madera. Las imágenes plasmadas en los lienzos distaban una de otra. Igual los colores que la rubia enferma empleaba.
Desde la ventana de su oficina, Candy White la observaba; y conforme lo hacía sostenía una conversación telefónica.
– Entonces... ¿ya está hecho?
– Sí
– ¿Puso objeción?
– Con lo ofrecido... ¡ni la más mínima!
– Bien – exclamó la rubia tía e irónicamente sonrió.
Sin decir nada más, la mujer cortó la comunicación. Y jugaba con el aparato telefónico en la mano cuando lo vio llegar e ir en dirección a su mamá. Ésta recibió a su hijo con los brazos abiertos y besaron sus mejillas; en cambio Susy dejó para nada su actividad.
Fingiendo estar completamente concentrada en sus pinturas la sobrina apenas escuchaba con atención:
– ¿Cómo pasaste la noche? – Ely Baker abrochaba un botón en la impecable camisa blanca de su guapo hijo el cual sonaría un tanto intranquilo:
– Bien.
– ¿Seguro? – insistió la mamá.
– ¿Dónde podemos hablar a solas?
– ¿De qué?
– Necesito tratar un serio tema contigo
– ¿Qué es?
– No –, él le pidió, – no te alarmes... todavía
– ¿Debería?
Thierry hizo una mueca con su boca y sus ojos reflejaban la consternación que le embargaba.
– ¿Qué has hecho? – la ama de llaves no dudó en fruncir el ceño e inquietarse.
– Frente a ella –, la que daba locas pinceladas, – no pienso decirte nada.
– En ese caso... aguarda aquí. No la pierdas de vista. Pero en el instante de que Doris o Cynthia lleguen ven a reunirte conmigo en nuestra pieza.
Con un positivo asentamiento de cabeza, Thierry vio a su madre alejarse. Para atraerlo, Susy llamó a uno de los trabajadores que estaban a cargo de acarrear las mesas y las sillas que se hubieron empleado la noche anterior.
– Por favor, señor, ¿podría ayudarme?
– Usted dirá – dijo un hombre como de treinta años de edad, grueso bigote y escaso cabello en la cabeza.
– ¿Puede mover ese caballete – el último que yacía a su izquierda, – y ponerlo aquí? –, a su derecha, quedándose así ella frente a Granchester quien tuvo que girarse para ver lo que se hacía.
Al hacerlo, Thierry miró a cierta dirección; y en ello se topó con la figura de Candy quien no los perdía de vista, sobretodo al humano con el cual su sobrina sostenía una conversación y le dedicaba una sonrisa.
No muy contenta con la escena y la descortesía, la rubia White se movió de donde estaba para acercarse a la puerta más próxima, deslizarla, atravesarla e ir a Susy quien agradecía la ayuda proporcionada.
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Imposible no soñar contigo
FanfictionESTA HISTORIA, COMO LAS ENCONTRADAS EN MI PERFIL, SON DE MI TOTAL AUTORÍA. NO DE DOMINIO PÚBLICO COMO AUTOMÁTICAMENTE SE ESTIPULÓ. (Escrita y primera vez publicada en 2015) Exactamente diez años los separan. Para él son nada amar a una mujer mayor...