Capítulo: 2

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– ¿Y a ti no te pasó igual? ¿acaso no te enamoraste siendo chica de alguien mayor?

– Sí, pero aquello tuvo la menor de las importancias.

De la manera más indiferente hubo contestado Candy White a su sobrina que bien sabía mentían porque...

Conforme la rubia tía se alejaba de Susy para ir en busca de Ely, en su mente se formulaba:

– ¿Efectivamente aquel pasado primer "crush" hubo tenido la menor de las importancias?... ¡Mentira!... Aquello la había dejado marcada de por vida porque –además de haberse enfermado por la inesperada partida de ese primer hombre a quien depositara hondamente en su corazón y en su mente– su carácter alegre y entusiasta murió en el momento de haber oído que él, a consecuencia de su profesión, había sido asesinado por manos de uno de los maridos de las mujeres amantes que acompañara no sólo aquella fatídica noche sino en las anteriores.

Eso acabó por matarla; y prefirió huir de su pueblo natal debido a que en cada vecino veía al asesino de su amado, el cual en las noches procuraba soñarlo; y durante cada día, a la misma hora, entraba al baño con la ilusión de verlo aparecer y seguir queriéndolo en silencio y a escondidas.

Recordarlo le provocó a la rubia mujer un intenso escalofrío; y porque el dolor volvía a prenderse de su ser, Candy se detuvo para apoyarse de un mueble y recuperarse.

– Tía, ¿estás bien? –, la joven sobrina fue a ella quien diría:

– Sí. Sólo... me mareé.

– No has desayunado tampoco; y en cambio –, se quitó una copa, – ya estás bebiendo.

– Susy, por favor.

– ¡No! – se gritó en obvio tono de rebeldía. – ¡No es justo que yo sí tenga que seguir al pie de la letra un tratamiento para estar bien y tú no quieras escuchar y hacer un propósito para dejar de beber! ¡Esto te matará un día y...!

– Está bien – se dijo, – no es necesario que te alteres.

– ¿Ese "está bien" significa que dejarás de tomar?

– ¿Por qué estás resultando ser peor que un marido?

– Porque yo te quiero más que el que tienes.

– Yo no lo tengo

– Entonces ¡más! a mi favor.

– Está bien, sobrina. Haré un esfuerzo grande para complacerte, ¿de acuerdo?

– Hasta que no te vea cumplirla... me daré por satisfecha.

– Qué caray. Bueno, ¿ya desayunaste?

– Ely estaba en eso.

– Bien, pues vamos a hacerle compañía.

Las dos rubias intentaban ir al comedor cuando...

– ¿Señora?

Ella volteó; indicándole al guardia que aparecía bajo una puerta, entrar.

Autorizado, el hombre uniformado fue a su encuentro para entregarle un paquete. Dicho "gracias" Candy se dedicó a recibir y a mirar el remitente. Casi enseguida preguntaba:

– ¿Te dijeron algo más?

– Si era posible que le diera el visto bueno lo más pronto que pudiera.

– Sí, claro. Gracias, Patrick.

– Para servirle, señora.

Ésta se giró para ir adonde a su sobrina la cual quiso saber:

Imposible no soñar contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora