Capítulo: 12

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Con la no respuesta que se recibió, se supo inmediatamente qué hacer. Candy cortó la comunicación y giró su persona hacia la que venía a ella.

– Los invitados me preguntan por la señorita Susy y si la fiesta ha llegado a su fin.

Cynthia la encargada del mensaje estiró la mano para recibir el aparato que se entregaba. Conociendo el lugar al que pertenecía, a ello se iría. White a la planta baja para atender a los invitados que hipócritamente se comportaban preocupados. Thierry ¿también? Pues sí, porque en el momento de verla aparecer por las escaleras, fue a su encuentro para preguntarle a dos metros de distancia:

– ¿Cómo está la señorita Susy?

Los ojos claros de Candy se posaron en los de él quien divisaría una indescifrable sonrisa en el rostro femenino. Sin embargo la descortesía de no contestarle ni mucho menos de detenerse, consiguió la incomodidad de Granchester. Éste la miró yendo a los jóvenes los cuales hubieron acudido al rescate de la rubia sobrina.

Informado que todo estaba bajo control, la rubia tía para agradecer su "consternación" invitó a los ahí presentes a salir nuevamente al jardín, lugar que ya se encontraba menormente concurrido.

Los escasos invitados que por aquí y que por allá se divisaban no dudaron en acercarse a saludar a la exitosa empresaria. Por supuesto y para quedar bien con ella, las preguntas acerca de la salud de la pobrecita festejada no faltaron, tampoco el oportunista que quería sus cinco minutos de fama.

– Apenas escribí una canción que me gustaría escuchara y...

– No creo que sea el momento adecuado – Candy se abrió camino hacia otro grupo.

– ¿Por qué no? – respondió un segundo que estaba en la misma situación. – Es día de fiesta y no creemos que el DJ se oponga a que usemos sus aparatos y...

– Oh – expresó discretamente ella, – eso significa que ya venían preparados.

– Honestamente sí –, unos se mostraron sonrojados.

– Sin embargo...

– Por favor, señora White – un tercero habló suplicantemente. – Denos la oportunidad de oírnos.

– ¿A cuántos? –. Cuatro manos se levantaron con rapidez; y con timidez aparecían dos... tres... cuatro y cinco subieron al mismo tiempo... seis; y porque el séptimo no se animaba: – ¿alguien más? – preguntó Candy; entonces...

– Si se puede emplear el karaoke o que le contemos a cappella –, otros tres se apuntaron.

– Los escucharé con una condición.

– ¡La que usted quiera! – todos acordaron.

– ¿Doris? – la llamaron aprovechándose de que por ahí andaba levantando una que otra copa.

– Sí, señora

Para pedir dos favores en privado patrona y empleada se alejaron un tanto del grupo que se miraba ansioso.

Con un asentamiento de cabeza la morena se marchó, diciendo Candy al resto:

– Aguardemos unos instantes. Mientras tanto... champagne, por favor –, se le pidió al mesero el cual no sabía qué hacer. Bueno sí, también participar.

Pero en lo que una aseveración se daba a quienes hubieron pedido la oportunidad, con teléfonos en mano se esparcieron para comunicar el exclusivo evento que estaba por suscitarse.

Los que se habían ido (recordemos que la mayoría pertenecía al gremio teatral musical) lamentaron no haberse quedado. Otros que iban a medio camino hicieron girar sus autos para regresarse e incluirse a la improvisada audición. No obstante, al llegar a la mansión White la entrada ya no se les permitió. Orden que Doris fue a reportar a los guardias; y a Thierry al ir adonde una habitación:

Imposible no soñar contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora