Capítulo: 10

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La mirada del Señor Rupert Pastrana seguía en la persona de Thierry Granchester quien no dejaba de mirar el camino que Candy White hubo tomado anterior y tan velozmente.

El entrecejo que el hijo de Ely Baker frunció fue debido a la inesperada reacción de ella.

– Andrew – él mentalmente lo volvió a nombrar. Y aunque una parte de sí sentía la necesidad de preguntarle al hombre que lo miraba ¿quién había sido ese hombre o parecido cuando estuvo vivo?... la otra le respondía ¿para qué? si era más que obvio lo mucho para no decir ¡todo! lo que aquél continuaba significando en la vida de ella.

– ¿No fue pesado el viaje? – preguntó el padre de Candy luego de haberlo analizado.

– No – respondió Thierry agachando la mirada y la cabeza. Caminando por el breve porche, diría: – El tráfico fue escaso.

– Me alegro.

– Sí – dijo el chofer mirando en dirección hacia la empresa cervecera.

– Por lo visto... es de pocas palabras – se le observó.

Granchester sonrió; y se giró hacia el que pretendía entablar una conversación.

– No. Simplemente... me ha asombrado la quietud que hay por aquí.

– Sí; es un condado bastante silencioso, como poco poblado.

– ¿Cuántos lo componen?

– Cerca de unos quinientos habitantes. ¡Fuéramos más! – se emocionaron de momento; ya que al siguiente la nostalgia se hizo presente al compartir: – pero nuestros hijos prefirieron volar y abandonar el nido. Dicen estar mejor donde están. Sin embargo cuando lleguen a mi edad... ya los veré volver.

Los ojos claros del señor Pastrana brillaron debido al llanto que se percibió. Entonces Thierry, yendo a su lado, le preguntaría:

– ¿Por qué no quiere irse con su hija?

– ¿Ves ese árbol? – lo apuntaron. Era uno de nueces en el jardín que hubo crecido a la par que unos hijos. – Quizá lo puedan desprender de la tierra de donde siempre ha estado; pero al replantarlo en otro lugar ya no va a ser igual... ni feliz tampoco aunque lo pongas en el más bello de los terrenos. No. Éste es mi hogar –, una cabeza se echó hacia atrás; y al cerrarse unos ojos concluyeron: – el que construí con sudor e ilusión precisamente para ellos que lo despreciaron.

= . =

Durante el tiempo que Candy permaneció en su habitación, Thierry continuó platicando con Rupert. Ámbar en la cocina; y al terminar un delicioso estofado llamó a su hija para que bajara a probarlo. También a los hombres se invitó a pasar a un comedor, siendo Granchester quien ayudara al padre de su "patrona" a ir al área indicada, sorprendiéndole al hombre que la rubia White, eso sí bastante callada, fuera la encargada de poner la mesa. Sobre de ella, se degustaría la comida. Mas, en el instante de acabar con un rico postre:

– Es tiempo de irme – Candy anunció levantándose de su asiento para tomar su plato y el del invitado.

– Tan pronto – contestó un nostálgico padre.

– Ven conmigo – volvieron a decirle yendo al interior de una cocina.

– Mejor tú ven más seguido – respondió una madre habiendo ido detrás de una hija la cual respondía:

– No puedo prometer mucho. Sin embargo y si hubiere una muy próxima vez... traeré a Susy conmigo.

– ¡Oh, sería maravilloso! – se exclamó desde un fregadero. – ¡Muero por verla!

Imposible no soñar contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora