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Tenía su autorización para continuar, finalmente estaba dentro de la habitación de Marinette, a solas con ella (Bueno, casi) La necesidad de verla, besarla, sentirla... Simplemente no podía quedarme un segundo más en mi habitación, ella me gustaba, la quería... O más que eso.

Pasar noches de insomnio después de cada encuentro con ella me hacían analizarla cada vez más, primero comenzó con una comparación entre las dos chicas que estaban causando estragos en mi cordura, pero después me di cuenta de que Marinette era una chica realmente valiosa, única. Siempre preocupándose por los demás, siempre con una hermosa sonrisa en su rostro, con su chispa y su adorable torpeza, su inteligencia, su nobleza, su ternura, su sensualidad, su espectacular belleza.

Apreté las sábanas con mi mano libre y moví con un poco más de ritmo su delicioso pecho. Su cuerpo respondía ante mis caricias y yo me sentía plenamente su dueño. Sus dulces labios recibían mis besos los cuales se intensificaban cada vez más.

— Me encantas... — Susurré contra su boca y levanté su blusa junto a su sostén, sus hermosos pechos quedaron plenamente a mi merced.

— A-Adrien... — Dijo con una voz dulce y temblorosa. Me paralicé al instante.

Acaso me llamó por... ¿Mi nombre?

A pesar de la penumbra pude visualizar sus hermosos ojos los cuales me miraban fijamente, yo me quedé inmóvil sobre ella, llevando ambas manos al colchón para así apoyar mi peso y poder verla directamente al rostro.

— ¿Adrien? — Me hice el desentendido.

Ella asintió y llevó ambas manos a mi rostro, mientras con sus pulgares acariciaba mis mejillas.

— Algo me dice que detrás de esa máscara está Adrien, el chico que tanto amo -— Susurró.

Sentí como la fuerza de mis brazos comenzaba a flaquear, me temblaban, me sentía descubierto, expuesto y al mismo tiempo... Inmensamente feliz. No entendía como había llegado a esa conclusión, había intentado ser lo más discreto y cuidadoso posible para proteger mi identidad. Sin embargo, sentí que ya había sido suficiente tortura para ella, me amaba, a mi, al chico normal con una vida miserable y solitaria detrás de la fachada de súper héroe, ya no me importaba nada, sólo ella.

— Plagg, destransfórmame.

Susurré y la transformación se perdió, Plagg salió volando hasta aterrizar sobre la almohada con forma de gato que decoraba la cabecera de su cama, ella se bajó la blusa un tanto avergonzada y fijó su mirada en mi, Adrien Agreste.

— Marinette... Yo...

Posó su dedo índice sobre mis labios y sonrió con esa dulzura que solamente ella tenía. Después giró el rostro hacia Plagg y lo tomó entre sus manos.

— Hola, así que tu eres Plagg, gusto en conocerte. — Joder, su sonrisa era sumamente encantadora.

El pequeño kwami la miró completamente sorprendido y desvío su mirada hacia mi con evidente confusión, yo únicamente me encogí de hombros.

— Hola Marinette, es un alivio para mi el que ya sepas quien es este jovencito, si te contara todo lo he tenido que...

Tapé su boca con mi mano y fruncí el ceño hacia él.

— ¡Cállate Plagg!

Ella emitió una pequeña risa la cual me hizo sentir un tanto avergonzado (Y estúpido) ¿Como es que ella sabía de Plagg? ¿Como había descubierto mi identidad?

— Marinette, como es que...

Me detuve en cuanto vi que metía su mano debajo de su almohada y sacaba el amuleto de la suerte que ella misma me había regalado.

𝗗𝗘𝗧𝗥𝗔𝗦 𝗗𝗘 𝗟𝗔 𝗠𝗔𝗦𝗖𝗔𝗥𝗔 | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora