Step#9

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Disclaimer: Ranma 1/2 y todos sus personajes son propiedad de Rumiko Takahashi. Esta obra fue creada sin fines de lucro.

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— ¡¿Cómo permitiste que esto pasara?! —bufó. Akane y su prometido corrían, como posesos, entre las calles de Nerima.

— ¡Yo! —exclamó ofendido—. ¡¿Cómo permitiste, tú, que esto pasara?!

— Me drogaron, ¡imbécil!

— A mí también, ¡estúpida! —obvió con rabia—. ¿Qué no me viste? ¡Estaba amordazado a tu lado!, ¡ciega!

— ¡Tú eres el que se jacta de ser el mejor artista marcial del mundo!, ¡no entiendo cómo permitiste que te asaltaran con la guardia baja! ¡Inepto!

— ¡¿Y cómo iba yo a sospechar de mi madre?! ¡Mi madre! —dramatizó, estirando su negra cabellera.

— ¡Debiste prestar más atención!

— ¡Cállate!, tú también tienes la culpa. ¡¿Cómo no sospechaste que planeaban casarnos de nuevo?!

Y así fue.

Esa tarde, repentinamente, despertaron amarrados y amordazados en el ático. Ninguno recordaba cómo es que terminaron en esas condiciones, sus últimas memorias se limitaban al instante de llegar a casa, tras realizar algunos encargos para Kasumi. Ranma fue requerido por su madre en la alcoba principal y ella solicitada por su padre a la vez. Después de eso, todo era oscuro para ambos. Y es que, cómo iban a imaginarse que, ese preciso día, sus respectivas familias habrían de ejecutar mejoradas artimañas para desposarlos por la fuerza. Es decir, la mañana transcurrió bastante normal, nada sospechoso se avisaba para el día. Además, Soun Tendo dijo cuatro meses atrás que les daría un "tiempo fuera", ¿verdad? ¡¿Verdad?! Sin embargo, parecía que los exacerbados anhelos de los dos obstinados patriarcas prescindieron de la tregua. Sin siquiera darlos por enterados, como de costumbre. Akane despertó en primera. Un poco mareada y desorientada le costó varios minutos puntualizar su ubicación; la cabeza le punzaba horrores y los ojos pesaban demasiado para poder abrirlos a plenitud. Lo poco que percibía por las rendijas de sus párpados eran colores borrosos entremezclados en remolinos centellantes. Cuando fue capaz de canalizar su visión, se descubrió tendida sobre el suelo del ático. Curioso lugar para despertar. Intentó levantarse aún con sus sentidos amodorrados mas encontró resistencia al moverse, obligándole a concentrar la atención en su persona. Y lo que vio, congeló todo el calor de su interior. Por la largura de su cuerpo se enredada, cual voraz anaconda, el férreo agarre de una soga, desde los pies hasta el torso. Con los brazos tras la espalda, la prisión en sus muñecas era más demandante, así también en sus tobillos. Quien fuese el ignoto de aquella fechoría sabía elaborar nudos eficaces. Pero, lo que más traspasó su elevado umbral de asombro fue avizorarse ataviada por la pulcritud blanquecina de un vestido de novia estilo occidental. Otra vez. ¡Mierda! El acelerado golpeteo del alarmado corazón borboteó por las paredes de su pecho, escalando las cumbres constreñidas de su garganta, incapaz de evitar la erupción. Y gritó, con fuerza. Con rabia, con desespero. Para su infortunio, el clamor efímero de su voz murió entre los suaves pliegues de la cárcel sobre su boca, detalle que escapó a su sondeo inicial. La habían amordazado. Maldita sea. Presa de la histeria giró sobre su espalda, dispuesta a jugar al escapista, escaneado con mayor consciencia la habitación, evaluando su condición y sopesando las posibilidades. Entonces, lo vio. Ranma estaba tumbado a su lado, plácidamente inconsciente. Su prometido calzaba un smoking color negro de solapas brillantes cuyo cuello era decorado con una corbata de pajarita negra, e igualmente sufría las mismas condiciones deplorables que ella. Akane se sonrojo al apreciarlo, el azabache lucía bastante guapo. Con devoción le regaló una última mirada de aprobación por su galanura y, con toda su fuerza bruta, desbarató la coyunda y desató el trapo que cubría sus labios. Zarandeó a Ranma sin delicadeza para regresarlo de la inconsciencia; necesitaban escapar o mínimo asesinar a los culpables de aquella mala jugada. Al despertar, el ojiazul se irguió de golpe repasando el lugar con suspicacia y extrañeza, hasta que se percató de ella. Y todo el hombre se crispó mientras sus mejillas se arrebolaban, la peliazul pudo jurar que se le escapó el alma. Akane procedió a lo suyo y lo desató con prontitud, movida por el enojo y el sentimiento de traición por parte de su padre. Precisaba respuestas, ya. Sin esperar cualquier reproche o pregunta cortesía de la sorprendida e inculpadora mirada de Ranma, la peliazul avanzó como endemoniada en busca de sus victimarios.

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