Step#18

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Llega la noche,

palabras silenciadas.

Así te pierdo.

—PenBagu.

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Disclaimer: Ranma 1/2 y todos sus personajes son propiedad de Rumiko Takahashi. Esta obra fue creada sin fines de lucro.

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*

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Sentía la desolación apoderarse de cada recoveco de su cuerpo, el pecho clamaba desgarrado y tortuoso contra el vacío que lo embargaba. La felicidad, se le escapaba entre los dedos; frágil, vaporosa, efímera.

De cuclillas, aferrando su presencia en el marco de la ventana, contemplaba con devoción a la mujer que amaba. Por última vez. Sabía que sus alegrías se quedarían con ella. Su corazón, se lo dejaba. No se permitiría ser dichoso hasta regresar a ella.

Pero era por un bien mayor.

Se marcharía.

Esta noche.

Y es que ese sueño, ese maldito delirio, fue tan real.

*

*

Despertó de golpe, cuando la noche ya había ocultado al atardecer, sobre lo que parecía ser una cama. El acelerado golpeteo de su corazón amenazaba con explotarle el torso. Un chirriante pillido le impedía discernir sobre cualquier otro sonido. El aire en sus pulmones era escaso. Demasiado aturdido para mesurar sus movimientos, giró violento sobre su espalda; encontrándose, segundos después, rendido sobre el suelo frío. El impacto fue indoloro, más sentía la sangre de sus venas transmutar en fuego. Avanzó sobre sus cuatro extremidades sin mirar la dirección, hasta que la cabeza golpeó un muro. Buscó consuelo en su firmeza, recargando el espinazo con un golpe seco. Pese a su atontamiento, apremió a la mente para determinar su ubicación. Le costaba respirar, el pecho escocía por el esfuerzo. Se ahogaba. Los ojos ardían, quería llorar. Y una libertina lágrima vagó por su mejilla.

Tenía miedo.

Entonces la vio. Frente a él.

Plácidamente abandonada a la utopía, bajo la tersura de las sábanas. Tan tranquila, despreocupada.

Reconoció donde se encontraba. La habitación de Akane.

Su cabello reflejaba los destellos platinados de la luna, camuflándose entre los variantes matices de las azuladas hebras. La nívea piel opacaba al diamante. Su cuerpo, escultura etérea de cánones perfectos. Relajado, apacible.

A salvo. Con él.

Sin embargo, las vívidas imágenes de las crueles pesadillas insistían en nublar su cordura.

Se sintió tan real, jodidamente real. Mortalmente devastador.

—El dolor

—La desesperación

—El frío

—La sangre

—La muerte.

Incapaz de detener la voluntad de sus lágrimas, lloró. Cubrió su boca, acallando los sollozos de alivio, de terror, de impotencia. Todo ello materializado en cristalinos senderos de desconsuelo líquido.

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