Otra vez ella...

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Toqué la puerta con nerviosismo.

Rupert abrió. Se veía preocupado y un poco avergonzado.

-Emma.

Su voz sonó urgente.

Probablemente se había preocupado por mí.

Tomó mi cintura y me besó.

No esperaba eso. No tenía la guardia alta, ni la capacidad para apartarlo lo suficientemente rápido antes de verme envuelta en sus brazos.

Le correspondí, apoyando mi espalda en el marco de la puerta y dejando que sus manos tomaran el control.

-Creí que me odiabas.-Susurró separándose unos segundos después de considerar que el beso había sido tan largo como para turbar mis pensamientos.

-No te odio.-Me sonrojé.

Estábamos tan cerca... Sólo un movimiento de cualquiera y estallaría otro beso. Y, a juzgar por su estado, no creía que fuera a detenerse esta vez.

-Te traje chocolate.-Susurré tendiéndole el vaso de plástico que me había prestado Bonnie.-Supuse que debes odiar el café si lo bebes cada mañana, y...

Tomó mi rostro, sonriendo, y me besó con delicadeza en la nariz.

-No era necesario. Muchas gracias. Ven... Por favor. ¿Quieres desayunar conmigo?

Suspiré. No lograba resistirme a su rostro de cachorrito suplicante.

-Está bien.

Entré a su apartamento. Esta vez le presté más atención. El lugar era bastante nuevo y el estilo era sin lugar a dudas clásico. Rupert no era complicado ni nada por el estilo.

-Me gusta tu apartamento.-Murmuré.

Sonrió.

-Gracias. Tú también eres linda.

Se sonrojó al notar lo que había dicho y entró al comedor para cubrirlo.

Disimulé una sonrisa y entré tras él.

-¿Qué quieres beber?

-Estoy bien, descuida... Acabo de desayunar.

-Oh.-Sonaba desilusionado.-De acuerdo.

-Podría aceptarte un chocolate.-Acepté.

Su rostro se iluminó y asintió mientras preparaba la cafetera.

Me senté frente a la mesa. Un ruido agudo me llamó la atención.

-¿Qué fue eso?-Pregunté.

-¡El horno!-Gritó, saliendo del comedor hacia la cocina.

Reí. Regresó después de unos minutos con una bandeja con galletas.

-Horneo cuando me pongo nervioso.-Dijo tendiéndome una galleta humeante.-¿Quieres probar?

-¿Está envenenada?

Sonrió.

-¿Dan y Bonnie se odian?

-No.

-Exactamente.

Sonreí y tomé lo que me ofrecía. El sabor era impecable. Jamás había probado algo así. Se deshacía en la boca y se sentía el gusto crujiente de la galleta combinado con el chocolate de las chispas y...

-Vaya. Sabes cocinar muy bien.

Se sonrojó un poco y me tendió el chocolate.

-Me alegra que te guste.

El amor no existe [Grintson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora