Perdiendo el control

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Mi cabeza daba vueltas y vueltas.

Cerré los ojos y aparté bruscamente a Rupert de mi boca, haciendo que cayera sobre su cama.

Sonrió.

-Eres un reto duro. Incluso para mí.

Me senté en el borde del colchón y suspiré. Me dolía la cabeza por la falta de aire producto de llevar los últimos veinte minutos besando a aquel pelirrojo sin respirar.

Él me miró.

-¿Te encuentras bien?

Asentí, aunque nunca mi respiración había estado tan acelerada.

Se sentó a mi lado y tomó mi mano con delicadeza.

-Ven.

Se acostó en la cama y me hizo acostarme a su lado.

Cerré los ojos y me apoyé en su pecho.

Él acarició mi nuca.

Sentí un cosquilleo en el estómago. No me molestaba su caricia. Me agradaba. Mucho.

Lo miré fijamente. Sonrió y entreabrió los labios para decir algo.

Tomé su rostro y lo besé otra vez. Había cedido.

Había cedido. Él podía hacer lo que quisiera conmigo. Yo se lo permitiría.

Había sido dulce y cuidadoso y era lo menos que se merecía. Además de que me deshacía en sus brazos. Yo también quería hacerlo.

-Emma.

Su voz sonaba ronca por el deseo. Asentí sin decirle nada y sentí su boca en mi cuello. Jadeé.

Estaba perdiendo la cabeza o bien algo más me pasaba.

Jamás me había sentido así. Era una emoción nueva y me daba un poco de miedo.

El fuego se desató cuando apoyó sus manos en mis senos, tanteando por encima de la ropa.

Dejé escapar un gemido. Él también y presionó con más fuerza.

Enredé mis dedos en su cabello y eché la cabeza hacia atrás.

Se sentía bien. Muy bien.

Quizás esa noche todo acabaría por fin y podría decirle a Bonnie qué hacer con Dan.

Lo deseaba. Y no solía ocurrirme. De hecho, jamás me había ocurrido.

Rupert sujetó mi espalda contra su cuerpo y buscó el cierre de mi vestido.

Jadeé con deseo. No quería que se detuviera.

Sentí sus manos firmes en mi espalda, desvistiéndome.

Lo miré. En sus ojos verdes había una gran dosis de pasión y deseo. Y algo más. Algo similar a la adoración y al cariño...

Desabroché su saco y se lo quité.

Rupert tiró del vestido para que cayera por mis brazos.

Gemí mientras mis dedos se ocupaban de su camisa con brusquedad. Él me ayudó, arrancando uno de los botones en el camino.

-Despacio.-Reí, quitándole la camisa.-Tenemos toda la noche.

-Suena bien.

Su piel era suave. Acaricié su nuca y bajé mis manos por su espalda, delineando su columna con mi dedo índice.

Sentí que su respiración se entrecortaba contra mi boca. Tomó mi rostro y me besó, deseoso.

Llevé mis manos a mi cadera para quitarme el vestido.

El amor no existe [Grintson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora