¡Voy a ser socio!

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Mordí el lápiz con concentración. Llevaba horas analizando el gráfico sin ver el error. No entendía por qué el albañil decía que todo se había venido abajo.

Pero mi trabajo era remediar el error del arquitecto anterior. Eso si lo encontraba.

Si cerraba los ojos, podía ver el plano a la perfección.

-¡Mamá!

Austin se asomó por la puerta del estudio.

-Permiso.-Dijo mirando a su alrededor y entrando.

Sonreí.

-Ven aquí, chiquito.

Austin se acercó a mí y se abrazó a mis piernas. Lo tomé por los antebrazos y lo levanté.

-¿Qué miras, mamá?

-Un plano.

-¿Para qué sirve?

-Para ver cómo se construirá un edificio.

-¿Y por qué lo miras?

-Porque tiene un error.

-¿No lo encontraste?

-No.

-¿Y para qué son estos números?-Preguntó señalando una esquina.

-Son las medidas de altura y grosor de las paredes...

Enseguida comprendí. Una pared medía muchísimo más que la otra en un terreno completamente horizontal. Por eso se había caído. Los números estaban mal. Era algo tan obvio que me sorprendió no haberlo hallado antes.

Sonreí.

-Eres un genio.-Dije.

Hice unas anotaciones al margen con el lápiz.

-A todo esto, ¿qué estás haciendo aquí?

Austin se sentó mirándome y me recogió el cabello con concentración. Sonreí y revolví su pelo pelirrojo.

-Papá me envió. Dijo algo sobre que llegaron unos resultados...

-¡¿Los resultados?! ¿¿Por qué no lo dijiste antes??

Me puse de pie sosteniendo a Austin y salí de mi estudio, cerrando la puerta.

-Mamá...-Madeleine apareció en el camino.-Justamente te estaba buscando. Papá dijo...

Tomé su mano y me moví con más rapidez.

Llegué a la cocina. Rupert tenía un sobre sin abrir en la mano. En sus brazos cargaba a Emily, la menor. El mellizo de Madeleine, Jack, estaba sentado sobre la mesada.

-Emma.

Me acerqué a él y le puse una mano en el hombro.

Rupert se había presentado en un examen para que lo ascendieran. Tenía su propio estudio, pero era algo más bien sencillo. Si lo ascendían, tenía pensado destinar el dinero a su estudio y así dejar la empresa. Le había costado muchísimo estudiar para el examen y...

Dejé a los niños y lo rodeé con mi brazo.

-Seguramente ganaste.

-No sé, Em, hay una sola vacante y trescientos cincuenta candidatos...

-Ábrelo.

-No puedo. Tengo miedo.

Tomé su rostro y lo miré. Años de trabajo lo habían marcado. Tenía más arrugas y sus ojeras delataban lo poco que había dormido estudiando para rendir.

El amor no existe [Grintson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora