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Semanas después de haber consolidado nuestro amor mediante el hermoso ritual del matrimonio, nos fuimos como viaje de luna de miel a Cuba, ese sitio paradisíaco, digno de admirar, donde las parejas van a pasar su  viaje de novios, y vuelven siendo los seres más felices del mundo, por ser bendecidos por la llegada de un nuevo miembro a la familia, se dice que cuando vas a La Habana, te llevas un trozo de Cuba contigo.

Durante nuestra estancia en la Isla, estuvimos proclamando día y noche,  a los cuatro vientos nuestra promesa de amor eterno como los dos locos de amor que eramos,por el día, visitando cada rincón del lugar, y por la noche con actos de pasión, que muy pronto, sellarían nuestro amor de la manera más tierna y enriquecedora que  había en toda la faz de la Tierra.
Disfrutamos del Sol, de sus playas, de su gastronomía, de su música, de la alegría de sus gentes; exprimimos el tiempo al máximo.

Pero, cuando nos volvimos a Inglaterra, volvimos con el presentimiento de que no nos íbamos solos. Y efectivamente, en cuanto llegamos a casa, dejé pasar unos días para asegurarme de que el malestar que llevaba varios días sintiendo desde que volvimos, no se debía únicamente al jetlat y al cabo de unos días, decidí llamar al médico para concertar una cita con el ginecólogo, quien me confirmó mis sospechas.

ESTABA EMBARAZADA

No aguanté mucho tiempo para contarle la gran noticia a Tom, por lo tanto, le llamé diciéndole únicamente que le tenía una sorpresa, y que esa noche lo sabría.

Llegado el momento, justo antes de bajar a cenar, le conté la noticia, tras el momento de gran alegría, bajamos a reunirnos con Diana, Emma y con Shara,  quienes se habían molestado en hacernos una cena de bienvenida.

- ¿ A qué se debe esas sonrisas? - preguntó Emma picajosa

- Es que,  os tenemos que deciros una cosa - contesté agrandando mi sonrisa, a la par que mi entusiasmo

-¿ De qué se trata? - preguntó Diana

- Estoy esperando un hijo- contesté

En ese momento, una bomba de júbilo y alegría explotó en el ambiente, dándo más razones para celebrar dicha fiesta. Y instantes después,  durante la celebración, tanto nuestros amigos, como nuestros jefes y compañeros de reparto, no  tardaron  mucho en colapsar nuestras líneas de teléfono, para felicitarnos la esperada llegada de nuestro primer retoño, fue la mejor noche de mi vida.

La Maldición de la VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora