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Ya habían pasado varias horas desde que salí de la casa, no sabía dónde demonios estaba, la nieve cubría todo el paisaje, no veía más allá de la punta de mi nariz,  solo veía árboles y más árboles, a pesar de caminar al lado de la carretera, y el último cartel que ví,  fue uno en el que se me daba la bienvenida a Inglaterra y donde se me anunciaba que ya había salido de Escocia.

Y justamente cuando estaba a punto de alcanzar lo que parecía ser una de estos bares de carretera,  me desplomé sobre la nieve.

Horas más tarde, empecé a escuchar una voz femenina, cuya figura, en un inicio la veía algo borrosa, le decía a un hombre que firmase unos papeles, enseguida, reconocí quien era ese hombre, era mi héroe, el mismo que me ayudó a llegar a la casa de mi primo el primer día que llegé a Londres, era Tom,y por cómo estaba viendo aquella escena,  pude deducir que estaba postrada en cama, pero...  qué había ocurrido, por qué volvía a estar tendida en una camilla de hospital...

No podía recordar nada de lo que ocurrió la noche anterior después de que me desplomase, pero estaba segura de que Tom me sabría decir las respuestas a mis preguntas.

- Tom... - dije con la voz algo quebrada

- ( T / N ) - dijo corriendo hacia mi- ¿Cómo te encuentras?

- Bueno... He estado mejor - contesté

- ¿ Dónde está tu primo? - preguntó

- En Cuba- contesté

- Bueno, ahora descansa, en cuanto te sientas mejor, nos iremos - dijo acariciando mi frente con una de sus manos

- Irnos,  ¿a dónde? - pregunté

- No te puedo dejar sola,  no ahora sabiendo en que estado te encuentras- dijo dejándome con la palabra en la boca

Horas más tarde, después de que el doctor me diese el alta, Tom y yo,  metimos mi equipaje en el maletero y  nos montamos en su coche, y me llevó hasta  una calle la cual estaba completamente cubierta de nieve, consistía en una avenida a la izquierda de la cual, se situaba una larga fila de casas adosadas una junto a la otra, en frente había lo que parecía un parque con frondosos árboles de distintas variedades, pinos, abetos, robles, entre otros.
Una vez que aparcamos el coche, vi como una imponente casa se alzaba ante mis ojos.

- Ya hemos llegado - dijo Tom a la vez que bajaba mi maleta del maletero

-Es hermosa - comenté cerrando la puerta del coche

- Bueno, no me gusta vivir con muchos lujos- dijo cruzando un pequeño sendero que había en el jardín delantero y que llevaba hasta la puerta principal.

La Maldición de la VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora