Prólogo - Encuentro

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- No tan rápido, Princesa! -

- Vamos, Alya, corre, o no llegaremos a ver el atardecer! - Gritaba entre carcajadas la preciosa joven de largo cabello negro como la noche.

- Por dios, si el Rey se entera de que estamos haciendo estas cosas, rodará mi cabeza y a ti te encerrará hasta que mueras! Por qué, por qué siempre termino consintiéndote en tus escapadas! - La doncella esquivaba pequeños arbustos con cuidado de no romper sus vestiduras. - Marinette, cuidado con...! - 

- Ahhhhh!! - Gritó la joven heredera al caer rodando por una pequeña ladera escondida detrás de las ramas de uno de los árboles que ocultaban sus habituales travesuras en el bosque. Rodó y rodó, hasta aterrizar en la orilla del río piernas hacia arriba, con su vestido completamente dado vuelta sobre ella dejando a la vista su ropa interior de encaje hasta la rodilla. Luchó con sus manos hasta poder acomodar la amplia falda y lograr asomar su cabeza para tomársela y acariciar en donde más le dolía, quedando sentada sobre la tierra. - Ouuuchhh... - Se quejó, intentando desenmarañar su cabello lleno de hojas secas y césped mojado.

La doncella que la acompañaba se asomó desde arriba del no tan alto barranco, buscándola con la mirada. - Princesa?? Estás bien? -

- Siiii... - Respondió en una voz lastimosa, frotándose la frente.

- No... No te muevas, ya bajo! - Alya desapareció para buscar una forma de llegar hasta la jovencita, desesperada porque el cuidado de la Princesa Marinette era su obligación.

- Ok... - Gritó Marinette frunciendo sus labios en una trompita. Aprovechó a mirar a sus alrededores, examinando el lugar. Era una zona a la que nunca había llegado de todas las veces que se escapó del Castillo, ya que su amiga y doncella siempre se la llevaba de regreso antes de que pudiera ver el río. Los sonidos eran diferentes, el aroma era distinto, hasta podía jurar que escuchaba cantos de aves que jamás había oído. El exterior era tan divertido... Pero no, ella tenía que ser "la Heredera al Trono del Rey de Francia", como ella siempre decía en tono burlón, la niña cuidada a quien no le permitían hacer nada por sus propios medios. Ni siquiera cambiarse o bañarse, ya que para eso tenía una doncella que la ayudaba en todo. Comprometida desde que tenía memoria, con alguien a quien conocía pero que no amaba. Suspiró resignada al pensar en toda su vida y cruzó sus brazos mientras esperaba a la otra chica. Se arrojó hacia atrás para recostarse en la tierra y observar el correr de las nubes en ese cielo que amenazaba con colorearse de anaranjado en cualquier momento hasta que un sonido extraño le llamó la atención. - Eso fue... El relincho de un caballo? - Pensó a la vez que rodaba sobre sí misma para darse vuelta y afinar el oído en la dirección en la que creyó oír al animal.

Volvió a escuchar otro relincho, sumado al suave golpeteo de sus cascos sobre la tierra mojada. Se arrastró hasta llegar a unos juncos que le tapaban la visión y los hizo a un lado con una de sus manos. A unos cuantos metros pudo divisar al responsable de los sonidos. Era un magnífico caballo completamente negro, con montura y sus crines largas y cuidadas, que bebía agua a la orilla del río, relinchaba, bufaba y golpeteaba el suelo bajo sus patas.

- Cómo es posible que un caballo tan hermoso esté aquí solo? Se habrá escapado? - Se preguntó la jovencita. Estaba dispuesta a acercarse hasta él pero escuchó otro sonido que venía del agua junto al animal, por lo que prefirió quedarse escondida y observar. Se asustó de sobre manera cuando algo salió del espejo de agua haciendo un gran ruido. Pero... Sus ojos azules no podían quitarse de encima de lo que estaba delante suyo. Un hermoso joven apareció en la superficie sacudiendo su cabello rubio para todos lados, salpicando al animal que aguardaba en la orilla, riendo en voz alta con una preciosa sonrisa que parecía haber aniquilado el corazón de la adolescente que espiaba desde atrás de los juncos, agazapada como una fiera. 

Entre Amor y Espadas - Miraculous Ladybug AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora