Capítulo Décimo Séptimo - Peinture

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- PERO POR SATANÁS Y TODOS LOS MIL DEMONIOS! QUÉ... QUÉ... QUÉ??!!!! - Nino gritó desesperado y cayó sentado en el suelo, refregándose los ojos ya que no podía creer lo que estaba viendo.

- Ehh jejeje... Hola! - Marinette saludó riendo nerviosa, aún apoyada contra la pared de madera.

Adrien observaba la situación parado detrás de Nino, con los brazos cruzados y mucha preocupación que desbordaba de la expresión en su rostro.

- Cómo? Pero... QUÉ!!!! - El Mensajero estaba pálido, jalando los propios cabellos de su cabeza. - Félix, qué diablos significa ésto!??? Y tú, qué haces aquí!??? -

El rubio suspiró, agachándose junto a su amigo que no salía del asombro. - Según lo que ella dijo, es tu culpa que esté ahora aquí. Se apareció afuera de la casa, Nino. - Le susurró al oído, sin quitarle la vista de encima mientras se acercaba a ellos dos y se arrodillaba para estar a la misma altura.

- Lo siento, Nino... - Murmuró en una voz muy aniñada.

- Pero tú te crees que ésto es una travesura, Marinette? Y que con un "lo sieeentoo, Nino"... - Repitió en tono burlón, enfadado. - ... se solucionan las cosas? Estás loca! Qué mierda se supone que haces aquí!? Qué alguien me explique todo ésto!!! - El moreno no dejaba de gritar.

- Cálmate, hermano. Y llévatela. - Dijo Adrien, levantándose del suelo para caminar hasta el banco donde había quedado apoyada la capa violeta de la jovencita y revoleársela.

- Qué? Así como así, "llévatela"? No quiero irme aún! - Marinette se quejó, poniéndose de pie y golpeando el suelo con pequeñas patadas caprichosas.

Nino se calmó lo más que pudo y bufó, acomodándose el uniforme Real luego de colocarse su boina con una pluma de nuevo en la cabeza. - Señor mío, ésto es un desastre. - Se palmeó la cara y giró para mirar a Marinette. - Princesa... Qué haces aquí? - Preguntó con tranquilidad pero con una expresión de temor por lo que podría llegar a pasar. - Ustedes... Se conocen? - Intentó disimular mirando de reojo al rubio. 

- No, bueno, en realidad, sí... - Murmuró la azabache.

- No, no nos conocemos, Nino. Se apareció aquí afuera y empezó a llamarme por mi nombre sin ningún tipo de cuidado. Qué acaso no la controlan en el Castillo que puede salir así nada más? Qué clase de guardias tienen, unos idiotas? - Preguntó riendo por dentro ya que sabía a quienes se estaba refiriendo.

El moreno contuvo su risa pero no pudo evitar mover sus hombros en respuesta a lo gracioso que le había parecido ese obvio comentario sobre Armand, Travis y Pierre. Aclaró su garganta para volver a parecer serio y reprender a la azabache. - Ésto es muy grave, Marinette. Sabes lo que puede llegar a pasar si tu padre se entera que... -

- Y por qué tendría que enterarse que vine aquí? Acaso tú le vas a contar? - Lo increpó golpeándole el pecho con su dedo índice. - Abres la boca y te juro que le digo que fuiste tú el que me dijo donde vivía Félix. - 

Adrien se sorprendió de mala manera al ver la determinación de la muchacha amenazando a Nino, le recordó demasiado al Rey, provocándole un rechazo inmediato. - Ya, váyanse de aquí. No quiero tener nada que ver contigo. Aunque mi vida sea una porquería, no me gustaría que por culpa de una niñita caprichosa vinieran a matarme. -

Eso no se parecía en nada a la conversación que habían tenido antes de que el Mensajero Real llegara a la casa. La chica negó con su cabeza y el ceño fruncido sin poder dejar de mirarlo. - Pero... No es lo que me dijiste... -

- Qué le dijiste? - Preguntó Nino.

- Nada! No le dije nada!! - El rubio exclamó.

- Pero, Félix! - Replicó Marinette.

Entre Amor y Espadas - Miraculous Ladybug AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora