Capítulo Vigésimo Quinto - Prélude

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Al mismo tiempo que la Reina y Marinette conversaban en el Jardín, Nino recorría los pasillos del área de servicio del Castillo en busca de su prometida. Saludaba a todo el personal con mucha amabilidad a la vez que pasaba junto a ellos, a las damas con una pequeña reverencia y a los hombres con un apretón de manos. 

Estaba muy sorprendido con el revuelo que había generado la Ceremonia por venir ya que, a pesar de vivir desde pequeño en ese lugar junto a su padre, el anterior Mensajero Real, nunca había presenciado un nombramiento de un Caballero tan de cerca. Lo emocionaba mucho saber que su amigo pasaría a tener una vida de muchísimos beneficios a partir de sus nuevas tareas pero, por el otro lado, sabía lo que significaría estar en contacto todo el tiempo con aquello que lo tentaba permanentemente al pecado y a su propia sentencia de muerte. - Pobre Félix... -  Se limitaba a pensar, mientras buscaba a su novia revisando todo el lugar con sus ojos marrones.

Ingresó al área de lavado, donde varias doncellas tendían paños de lienzo y algunas prendas con mucho cuidado sobre sogas que se extendían de una punta a la otra de esa habitación. En un costado pudo encontrar a Alya que se conversaba con una mujer mayor, con un vestido rojo profundo en sus manos.

- Bertha, no olvides tener el vestido de la Princesa listo para la Ceremonia, sé que estás muy ocupada pero confío ciegamente en ti. Se ha descosido en esta parte de aquí... - La morena señalaba un sector de la elegante prenda a la vez que se la entregaba a esa rubia señora rechoncha de cofia blanca y mejillas rosadas.

- No preocupar niña, vestido estar listo sin problemas! Princesa ser siempre prioridad - Contestó la mujer con un claro acento germánico.

Nino se acercó hasta ellas y con un leve movimiento de su cabeza saludó. - Señoritas... - 

Alya volteó su rostro sobre su hombro para mirarlo y sonreír. - Nino... - Expresó dulcemente. - Bertha, tengo que retirarme, luego te buscaré, sí? -

- Claro, niña. Y no preocupar. - Bertha tomó el vestido de Marinette y lo colocó sobre su antebrazo para dirigirse hacia el fondo del cuarto.

- Llevo buscándote un largo rato, belleza. - Nino envolvió las manos de Alya entre las suyas.

- Y yo a tí! Este Castillo está demasiado alborotado... Tengo mucho que hacer para la Ceremonia de mañana, principalmente lidiar con Marinette... - Dijo en forma de chiste.

El moreno soltó una pequeña carcajada. - No está muy alejado de la realidad lo que acabas de decir sobre nuestra amiga, ya que ni te imaginas lo que tengo para contarte... -

Alya frunció el seño, aún sonriendo pero confundida.  - Qué... Qué quieres decir? - Lo soltó para colocar ambas muñecas a cada lado de su cadera.

Se acercó hasta su oreja para susurrarle - No puedo decírtelo aquí, vamos a otro cuarto un poco más tranquilo - 

Ambos caminaron por el estrecho pasillo hasta encontrar una habitación vacía donde poder conversar sin que nadie los escuchara. Nino invitó a la chica a pasar y cerró la puerta detrás de él.

- Qué sucede? - Preguntó intrigada.

- Primero siéntate, porque esto es muuuuuy jugoso... - 

- Vamos, Nino, habla! Sabes que me mata la curiosidad cuando vienes así. - Alya se sentó junto a él en una cama que había ahí adentro, el polvo volaba por todos lados ya que parecía ser que hacía rato era un cuarto que no se usaba para ningún criado, haciendo que los dos jovencitos tosieran unos segundos.

- Maldita sea, que acaso nadie limpia aquí? - Exclamó el moreno sin parar de toser.

- No te desvíes del tema. Dime, es sobre la Ceremonia? -

Entre Amor y Espadas - Miraculous Ladybug AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora