Capítulo Quinto - Afficher

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- Jeeeejejee... Hola... - Marinette saludó muy nerviosa al caballero que cruzó sus brazos sin dejar de mirarla seriamente.

- Sabe bien, Princesa... Que no debe estar en éste lugar. Son órdenes explícitas del Rey, además de que los calabozos no son el sitio adecuado para una joven tan frágil y delicada como usted. - 

- No soy frágil, Armand. - Replicó haciéndole burla. - Solamente... Pasaba por aquí y como vi que mi padre bajó las escaleras... - Explicó con gestos exagerados de sus manos.

El hombre suspiró para no perder su paciencia. - Con la autoridad que me da el Rey, le pido que se retire, por favor, por su seguridad. Sus excusas no funcionan conmigo, la conozco, Princesa. - Le señaló la escalera para que comenzara a avanzar.

- Quién es el muchacho, Armand? - Preguntó al mismo tiempo que era empujada de los hombros con cuidado para que caminara y lo miraba girando su cabeza hacia atrás ..

- Retírese, Princesa. O acaso quiere que le cuente a su padre que estuvo aquí sin su permiso? -

- Noo, Armand, por favor, no! - Seguía guiándola hasta la escalera. - No le digas. Por favor? - Se giró y miró al caballero parpadeando con sus traviesos ojos azules.

- Buenas noches. - Le dio un pequeño y último empujón para alejarla de allí y cerró una gran puerta de hierro con una traba para asegurarse de que no pudiera volver a entrar. Suspiró y regresó hacia la celda en donde el Rey y sus otros caballeros lo esperaban mientras que Marinette bufó molesta desde el otro lado de la puerta por no poder satisfacer su curiosidad. Le sacó la lengua y alzando nuevamente su vestido, subió las escaleras para salir de ese lugar antes de que alguien más la viera.

- Qué sucedió, Armand? - Preguntó Tom con el entrecejo fruncido debido a su tardanza al regresar a la puerta de la celda después de desaparecer de un momento al otro sin avisar.

- Creí escuchar algo y... Me acerqué a chequear. Solo era un ratón, Señor. - Ingresó para luego cerrar la verja que chirrió hasta trabar el pestillo. - Bien... Por aquí, por favor. - Avanzó delante del Rey para guiarlo por un pasillo dentro de la celda. Al final del mismo, se encontraban Pierre y Travis charlando entre ellos bastante descontracturados, que al ver llegar a Armand y a Tom enderezaron sus posturas para reflejar respeto. - Sigue igual? - Preguntó, a lo que ambos hombres asintieron en silencio.

Adrien frunció sus párpados para luego abrirlos lentamente y observar confundido el lugar en el que se encontraba. Frío, húmedo, oscuro, lúgubre, iluminado intermitentemente por una antorcha a lo lejos en un pasillo. Sus brazos y muñecas le dolían y no podía entender por qué, hasta que se dio cuenta de que era porque estaba colgando de ellas, atrapadas entre grilletes de hierro oxidado que le apretaban e incluso ya habían lastimado su piel. - Qué... Dónde estoy?? - Apoyó sus pies en el suelo para dejar de colgar y tironeó de las cadenas que lo mantenían amarrado a esa pared llena de moho. Sintió una puntada en la parte posterior de su cabeza que le hizo recordar el motivo que lo llevó a estar atrapado, después de perder la consciencia por el golpe que le dieron para desmayarlo. - Soy un maldito idiota, esos caballeros deben haberme traído hasta éste lugar... Pero, al menos no estoy muerto... Aunque no sé si algún día lograré salir de aquí. - Sus pensamientos se congelaron al escuchar unas voces y el sonido de los firmes pasos que retumbaban en las paredes de piedra cada vez más cerca suyo. El ruido de sus armaduras en parte de metal chocando entre sí lo ayudó a reconocer a los Caballeros que se acercaban.

- Oh, así que ya despertaste... Ha sido placentera tu siesta? - Preguntó Travis riendo de manera muy soberbia al mirarlo a los ojos. Adrien no pensaba soltar una palabra, mucho menos al ver que detrás suyo estaban los mismos dos hombres con los que se había enfrentado antes.

Entre Amor y Espadas - Miraculous Ladybug AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora