Capítulo Vigésimo Tercero - Amies

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Hacía ya un buen rato que la Princesa estaba metida en su habitación, tirada sobre su cama, ofendida por la charla que había tenido con su madre en donde le volvió a recordar que le correspondía pasar su vida en el Castillo, que así sería por siempre y que por más que sus deseos fueran otros, no podría cambiar nada. 

En algún lugar muy profundo de su ser, sabía que sus palabras habían herido de alguna manera a su madre... Pero no podía dejar de lado sus deseos y pesares. Con una trompita y los brazos cruzados, esperaba a que su doncella de apareciera en su habitación, seguramente, a pedido de su madre. También seguía molesta por lo que consideraba una mentira por parte de ella con respecto a su relación con Nino, y con todas estas salidas lo único que había logrado era evadirla completamente.

Unas voces en el pasillo y a posterior unos golpecitos en la gran puerta de madera y hierro, que delimitaba la entrada a su cuarto, la distrajeron de sus pensamientos caprichosos y románticos en los que Adrien era el protagonista.

- Sí? - Preguntó Marinette levantándose de su cama.

Con un crujido de las bisagras, Alya entró muy despacio. - Princesa... Qué... Qué sucedió? -

La azabache frunció el ceño, confundida, simulando una actitud de enojo hacia su doncella. - Con qué? -

- Bueno... Porque Pierre está aquí afuera parado y me hizo un par de preguntas antes de dejarme pasar. Ocurrió algo? - La morena señaló hacia atrás suyo, una vez dentro de la habitación.

- Eh? Cómo? - Se acercó hasta la puerta para abrirla de repente, asomar la cabeza y corroborar lo que su doncella acababa de decir. Ahí afuera estaba Pierre, parado junto a su puerta afirmado al piso como si fuera una columna de piedra. Él se la quedó mirando sin hacer gesto alguno. - Pierre, qué haces aquí? - Preguntó saliendo de la habitación, pero el caballero se colocó delante suyo para impedirle el paso.

- Custodio su habitación, Princesa. - Respondió observándola desde arriba, muy serio.

- Cómo que custodias mi habitación? Qué pasa aquí? - Exclamó colocando ambas muñecas a cada costado de su cintura.

- Órdenes de la Reina. Nadie puede entrar ni salir sin autorización. Ni siquiera usted, así que le pido muy amablemente que ingrese nuevamente a su cuarto, y me disculpo por la impertinencia. - Le señaló con un gesto de su mano el interior para que regresara.

- Pero... Qué?? Ésto no puede ser! Cómo van a encerrarme aquí!? Alya! - Levantó la voz confundida y muy molesta, dando una patada al suelo, intentando buscar un cómplice a su reclamo.

- Yo no sé nada, Princesa! También recibí la orden de Mi Señora para que viniera hasta aquí a ayudarte con tu baño. - La morena contestó, cerrando la puerta.

- AGH! - Exclamó sentándose de forma muy fuerte sobre su cama. - Lo que me faltaba, estar aun más encerrada aquí dentro. - Levantó la vista para clavarla en la otra joven. - Y tú... -

- Yo? Qué pasa conmigo? - Hizo unos pasos acercándose a ella.

- Jum, nada. Mejor no digo nada. -

Alya se sentó a su lado en la cama. - Qué te sucede, Marinette? Hace días que estás muy distante conmigo... Además, me preocupa que estés saliendo tanto, ya hasta ahora se ha enterado tu madre! Qué pretendes, que también el Rey lo sepa y ahí todo se ponga aún peor? - Le acarició el brazo pero la azabache la esquivó.

- Ese es mi problema. Y si estoy distante contigo, es porque eres una mentirosa. Ya tengo demasiadas mentiras en mi vida. -

- De qué hablas? Cuándo te mentí? - La morena se compungió.

Entre Amor y Espadas - Miraculous Ladybug AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora