Capítulo Décimo Quinto - Forêt

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Adrien llevó ambas manos a su cabeza para tironear de su cabello rubio ante la desesperación que le acababa de provocar ver a la Princesa revolcarse en el polvoriento suelo de la parte de afuera de la casa de Fu por las cosquillas que los lengüetazos de su caballo le proporcionaba. - Cómo me encontró, mierda, cómo me encontró?... Sabe quién soy... Me van a matar! -

La azabache soltó un grito nervioso al notar que había sido descubierta por los dos hombres y enseguida intentó recuperar la compostura, alejando la trompa de Plagg de su cara, levantándose en un instante del suelo. Se sacudió como pudo el polvo de su falda y capa violeta y se quedó boquiabierta al volver a tener cerca a Adrien. Inspiró a la vez que sus pies pacerían moverse solos para acercarse hasta él, que había comenzado a retroceder.

- Ho... Hola... - Balbuceó nerviosa.

Adrien negaba con su respiración agitada, asustado, confundido, nervioso, preocupado. Desesperado. - Qué... Qué haces tú aquí? - Dio unos pasos hacia atrás pero trastabilló y cayó sentado al suelo, en donde siguió retrocediendo apoyándose sobre las palmas de sus manos.

- Te parece la forma más correcta de saludar a alguien que vino a visitarte? - Preguntó Fu riendo por lo gracioso de la situación de ver al rubio arrastrarse marcha atrás por la tierra mientras que la jovencita intentaba acercársele. Parecía que el cazador estaba siendo cazado.

Retrocedió hasta que su espalda chocó contra el tronco de un árbol, por lo que aprovechó a levantarse y quedarse parado allí, observando a la Princesa que de forma tímida pero impulsada por una razón más allá de su conciencia, movía los pies en su dirección.

- Félix? - Su falso nombre escapó de los labios de la azabache, dándole un escalofrío al joven. - Ese es tu nombre? -

Adrien clavó su mirada de lado en Fu y luego la volvió hacia la chica. - Cómo... Cómo lo sabes?? Quién te lo dijo? -

- Lo escuché... -

- Pero... Te dije que no te acercaras! Vete de aquí! - El rubio comenzó a gritar, utilizando como recurso las amenazas que había soltado aquel día en el río.

- Y yo te dije que no me pareces alguien horrible como para no pueda acercarme. - Marinette le sonrió divertida, su actitud la sorprendió ya que no se esperaba que él fuera a parecer tan nervioso. - Me tienes miedo? No se supone que era yo la que debía temerte porque no tenía idea de quién eras tú? - 

El rubio se quedó sin palabras ante el atrevimiento de la jovencita y se lanzó a correr hasta donde Fu se había quedado parado observando la situación, trastabillando como un idiota, escondiéndose detrás suyo.

- Ju, ju, ju... - El anciano rió burlándose de la actitud desesperada. - Vamos, Félix, acaso te estás escondiendo de ella? Qué te pasa? -

- Maldita sea, viejo, qué no te das cuenta de que me van a matar si alguien se entera de que ella está aquí? - Le gritó en voz baja al oído, mirando como Marinette ladeaba la cabeza al no poder entender lo que estaba haciendo y sonreía. - Diosssssssss!!!!!! - Se cubrió el rostro con sus manos y dio media vuelta en un arranque de nervios. Volvió a mirar como ella levantaba delicadamente un poco su falda para acercarse hasta los dos, sin pisarla. - Qué hago ahora? - Se preguntó estirando la piel de sus párpados hacia abajo.

- Pues arréglatelas! Yo sabía que ésto iba a suceder! - Fu sacudió sus manos en el aire, sin dejar de reír y comenzó a caminar hacia la vivienda.

- Pero, viejo!! - Exclamó al ver que el hombre mayor se encerraba en la precaria casa, dejándolo afuera solo con la Princesa. Le clavó la mirada color verde, aterrado, y suspiró. - No deberías estar aquí. - Murmuró derrotado una vez que la jovencita se había acercado completamente a su lado. - Es peligroso. -

Entre Amor y Espadas - Miraculous Ladybug AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora