Capítulo Vigésimo Séptimo - Bonheur et peur

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- Marinette! - Gritó Sabine estirando sus brazos para colocarlos por debajo de los de su hija que había caído de lleno con su rostro sobre el pecho de Adrien que se había quedado petrificado pero aún así logró capturar en el aire a la jovencita desmayada.

- Hija! - Tom también exclamó pero sin moverse de su lugar, ya que pudo observar que su futuro Caballero había sostenido a la Princesa para no dejarla caer al suelo. - Sabine! Qué diablos sucede? Otra vez está sin comer? - Le preguntó a su esposa más que enfadado por la situación embarazosa. Era todo un hito que el matrimonio Real se llamara por su nombre de pila delante de otras personas.

La mujer de cabellos cortos y negros miró de reojo y con rencor a su marido intentando, al mismo tiempo, sostener a su hija. - Mi Rey... Le pido disculpas por lo acontecido, luego me ocuparé de ella. - Fijó sus penetrantes ojos grises en los de Adrien que se sintió más que intimidado. - Gracias, muchacho. - Le agradeció en voz baja.

- Tsk! - Chistó el hombre con furia. - Pierre! Trae a su doncella! Y tú, Armand... Acaso estás tan viejo que no fuiste capaz de ver que la Princesa estaba por caer? Suerte que Félix tiene sus reflejos mucho más frescos que los tuyos! -

- Perdóneme, mi Señ... - Suplicó Armand que fue interrumpido por el Rey.

- Qué vergüenza de presentación, por favor! - Llevó su mano a su frente para ocultar un poco su enfado.

La azabache menor fue abriendo lentamente los ojos encontrándose con el intenso color azul Francia del uniforme protocolar. Frunció el entrecejo y resopló gruñendo. - Qué pasó? Qué es esto que huele tan bien y es tan cálido? - Pensó tratando de ubicarse espacio-temporalmente. Sintió que un par de fuertes brazos la mantenían apretada por la cintura y, a medida que sus piernas recuperaban la fuerza como para ponerse de pie, al levantar la vista pudo apreciar unos ojos verdes que le resultaron algo familiares en ese rostro que todavía percibía borroso. Un chirrido agudo dentro de sus oídos le impedía escuchar bien por lo que su equilibrio no era estable y su cabeza explotaba de dolor. Ajustó un poco la visión y reconoció la cara de ese muchacho que era poseedor de todas sus fantasías desde hace ya un tiempo. Creyó estar soñando, por lo que sonrió y se abrazó a él cerrando nuevamente los ojos, para al instante refregar su mejilla contra la aterciopelada pechera. - Mmmm... Félix... - Dijo con delicia en su mente, hasta que reaccionó. - Un momento, cómo que Félix? - Alzó bruscamente el rostro para confirmar lo que sus ojos acababan de ver: la cara del joven rubio que la observaba espantado desde arriba, sin soltarla.

- AH! - Gritó exaltada recordando todo y se levantó de repente, separándose del pecho de Adrien.

- Hija! Te encuentras bien? - Preguntó la Reina ya aliviada de que hubiera recuperado la consciencia.

- Me desmayé, verdad? Lo siento! - Miró aterrada a sus dos padres ante la duda de que descubrieran que delante suyo estaba la razón de sus últimas impertinencias. - Discúlpeme usted también, me siento muy apenada. - Bajó levemente la mirada para fijarla disimuladamente en el rubio que parecía esperar el desastre, pidiéndole perdón de la forma más distante posible, aguantando su impulso de sonreír de felicidad absoluta.

Adrien tragó saliva con mucha dificultad, manteniéndose estático en su lugar. - No se preocupe, Princesa. - Contestó desviando completamente sus ojos al suelo.

El Rey suspiró pesadamente. - En fin... Después de esta inoportuna interrupción, verás que una de las tareas más complicadas que seguramente tendrás es controlar la impredecibilidad de mi propia hija, porque estoy considerando que quizás sea momento de cambiarle el custodio quien no fue capaz de impedir que se desplomara en el piso... - Intentó esconder su furia relacionada a que las cosas no habían salido tan perfectas como esperaba detrás de un tono chistoso, a la vez que ladeaba su rostro hacia Armand.

Entre Amor y Espadas - Miraculous Ladybug AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora