Capítulo Décimo Sexto - Libre

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Las mejillas de Marinette se tornaron de color rojo tan rápido como los acelerados latidos del corazón de Adrien chocaban contra su pecho, como si quisieran escaparse del suyo. Estaban inmóviles, ambos mirándose a los ojos mezclando el verde con el azul, totalmente congelados en la incertidumbre de no saber cómo reaccionar ante tal repentina cercanía. 

El rubio intentaba con toda su voluntad, como aquella vez en el bosque, controlar ese impulso que desde su interior le ordenaba a gritos apoderarse de esos rosados labios que tentaban demasiado a su instinto depredador de estos últimos tiempos. No quedaba muchacha que le gustara cuya boca e inclusive sus cuerpos no hubieran sido tocados por él, ya que nadie se le resistía a su atractiva apariencia y seductora personalidad. Pero ahora era diferente, apenas rozar los apetecibles labios de la Princesa significaría el inicio de algo que no podría detener, sería como encender la mecha de una bomba que con su explosión podría llegar a matarlo. 

Nunca había estado tan cerca de un hombre de su edad fuera de su prometido, al cual repelía como agua al aceite y evitaba incluso hasta el más mínimo toque de sus manos. Su pecho nunca había sentido así el calor de un cuerpo masculino más allá de los abrazos de su padre. Su cabello estaba siendo acariciado por dedos que no eran los de su madre o los de su doncella. Su corazón nunca había latido de forma tan intensa por alguien más. Solo la emoción de salir del Castillo y descubrir lugares impensados podría apenas compararse con el excitante deseo de probar esos definidos labios que se movían muy sutilmente junto con la respiración del muchacho que la tenía entre sus brazos en el suelo.

- No, Adrien... No, no debes... No con ella, Adrien... - Tragó saliva con dificultad al notar como la jovencita se acercaba lentamente hacia su boca, hipnotizada. - No puedo!!!! - Gruñó enfadado consigo mismo y pasó en un instante sus manos por detrás de la nuca de Marinette para atraerla hacia él, colocando su rostro en el hueco de su cuello para impedir que lo besara. - Ésto no está bien... - Susurró a su oído, cerrando sus ojos y apretando sus labios acongojado, asustado por lo que habría sido capaz de hacer con ella si no hubiera sido la hija del Rey... Y él Chat Noir.

- Nadie se enterará de ésto Félix... Además, cómo es que sabes lo que está bien o no? - Preguntó Marinette aspirando en profundidad el aroma que salía de su cuello con mucho placer, como si le trajera recuerdos.

- Porque todo el tiempo hago cosas que están mal... - Pensó con mucha tristeza a la vez que la separaba de su cuerpo para ayudarla a sentarse en el suelo y alejarse de ella. - Porque tú estás comprometida. Y porque te cuidan demasiado como para que te termines metiendo con una persona horrible como yo. - Miró hacia abajo.

- No eres horrible! - Exclamó la jovencita sonriendo, pero un grito enfurecido del rubio la asustó.

- YA DEJA DE DECIR ESO! - Se levantó gruñendo para voltear y tomarse los cabellos rubios con ambas manos como siempre hacía cuando estaba nervioso. - No sabes nada. - Murmuró con una expresión de terrible tristeza. - No te importa lo que me puede llegar a suceder a mí si alguien se entera de lo que acaba de suceder? -

Marinette se quedó sin palabras, trayendo de nuevo a su mente la muerte de aquel muchacho del Castillo, imaginándose al rubio frente a ella en ese mismo lugar. Se levantó despacio del suelo, en silencio, para sacudir y acomodar un poco su falda. - Nadie tiene por qué enterarse. - Dijo cabizbaja, terminando de ajustar su atuendo. - Sé que... Que esto es raro y que, como dices puede que "no esté bien" pero, aunque no te conozca más que por tu exterior, siento algo que me impulsa a pensar que quizás tú seas eso que me ayude a ser... Libre. -

Adrien volteó a mirarla sorprendido tras escuchar esas palabras que con seguridad venían del fondo de su corazón, pero que aprovecharía para usarlas en su contra y así alejarla de él, hiriendo sus sentimientos. - Libre? Vamos, Marinette. No te falta absolutamente nada. Nadie te contradice, y te tienen como si fueras una joya única en este mundo. Tu futuro está más que asegurado y jamás tendrás que preocuparte por qué darle de comer a tus hijos porque no te alcanza ni para comprar una hogaza de pan, como a la mayoría de la gente del Pueblo. Puedes estar limpia siempre que lo desees y hasta te ayudan a vestir o elegir una de las miles de prendas que debes tener guardadas en un lujoso armario dentro de una ostentosa habitación. No sufres frío por las noches, y si hiciera un calor infernal seguramente alguien a tu lado estará abanicándote para que no te ahogues. No me hables de ser "libre"... Tú solamente quieres cumplir tu capricho de comportarte como una niña mala y hacer travesuras fuera del Castillo. -

Entre Amor y Espadas - Miraculous Ladybug AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora