- Estoy muy cansado, Aurore. - Adrien se quejó entre gemidos de placer provocados por las hábiles manos de la rubia que ya casi lo conocía a la perfección. Estaba acostado boca abajo en la cama, dentro de la habitación de los Nobles, mientras que la jovencita masajeaba con cuidado su torneada espalda desnuda, sentada a horcajadas sobre su cadera.
- Me imagino, Félix. Espero que éstos masajes al menos te hagan sentir un poco mejor. - Contestó con una sonrisa, inclinándose levemente hacia adelante para besarle un hombro y luego continuar con su tarea, acariciando con dulzura su columna untada con un poco de aceite de rosas. - Las heridas de la última vez ya están casi cicatrizadas. Aún te duele aquí? - Tocó de forma puntual una raspadura que en un principio había sido muy profunda.
- No, casi nada. Y si lo hiciera, su dolor pasaría desapercibido gracias a lo que me haces. Tus manos son mágicas... - Levantó un poco su cuello para mirarla por sobre su hombro y guiñarle un ojo. - ... En todo sentido. -
Aurore se echó a reír, sonrojada. - Me alegra mucho que te guste mi trabajo. Aunque debo confesarte que hacértelo a ti, para mí es un placer. Disfruto mucho de tu compañía, Félix, tú no eres como los demás. A veces pienso que no entiendo qué es lo que haces aquí. - Presionó con un poco más de fuerza sobre los omóplatos de Adrien, haciéndolo soltar otro gemido.
- Dios, Aurore...! Eres genial, amo tus masajes. - Exclamó sonriendo satisfecho.
- Quizás el amor por mis masajes sea el único tipo de amor que puedo recibir de un hombre como tú... - Pensó con un poco de melancolía, moviendo un poco más sus dedos antes de detenerse por completo y recostarse sobre él. - Y bien? Ahora qué quieres que haga por ti? - Le susurró al oído, apretando sus pechos contra su espalda a través de su vestido casi transparente de forma muy erótica.
- Ya hiciste mucho por mí, me estaba matando el dolor de espalda y tus manos me aliviaron completamente. Además, tú también debes estar cansada, sé que por la mañana estuviste... Ocupada. Así que, sólo recuéstate a mi lado, por favor. Yo me encargaré de ti. - Le acarició un mechón de cabello rubio después de que ella acató su sugerencia, quedando acostados frente a frente.
- Félix... Qué te aqueja? - Preguntó la rubia parpadeando lentamente.
- Por qué piensas que...? Ah, rayos, siempre me descubres. - Le besó con ternura los labios y comenzó un camino con la palma de su mano, recorriendo desde el hombro hasta la cadera de la jovencita.
- Porque lo veo en tus ojos. - Ladeó su cara esbozando una sonrisa de placer al sentir las caricias del muchacho. - Quieres contarme? -
- No puedo decirte los detalles, Aurore, pero hay algo que me preocupa mucho. - Suspiró profundamente pesando en el evento del río, mientras subía de forma lenta el vestido de la rubia metiendo su mano por debajo de la tela. - No quiero comprometerte con cosas que no deberías saber. -
- Comprendo, no te preocupes. Sólo... Relájate conmigo, sí? De verdad no quieres que te haga eso que tanto te gusta para que te sientas mejor? - Se mordió el labio cuando los dedos de Adrien le apretaron suavemente un pezón.
- No. Hoy quiero deleitarme con el sonrojo de tus mejillas, con la calidez de tu aliento y los sensuales sonidos que dejas escapar de tu boca cuando te dejas llevar y en verdad disfrutas lo que haces. - Le clavó la mirada verde, haciéndola voltear el rostro con un gesto de molestia.
- Ya no me digas más esas cosas, Félix. No necesitas coquetear conmigo para llevarme a la cama. No... No me enamores más, por favor. - Suplicó sin siquiera mirarlo a los ojos. Pero ya era tarde, no podía luchar contra su corazón.
Adrien se quedó mudo, sin saber qué decirle. Lo único que él buscaba era sentirse querido, cómodo y acompañado en esos momentos que, a pesar de haberse vuelto habituales, realmente no le gustaban. No dejaban de ser una imposición más del Rey, usar a las mujeres como meros objetos de satisfacción, elegir a la que más le gustara pensando en si estaría "ocupada" o no sabiendo que había pasado quizás en el mismo día por más de uno de sus compañeros. Las trataba bien porque pensaba que eso disminuiría el efecto del mal sabor que quedaba en sus almas al tener que entregar sus cuerpos a gente que no querían. Las trataba bien porque así le había enseñado su madre. - Lo... Lo siento. Yo... Yo no... -
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Entre Amor y Espadas - Miraculous Ladybug AU
FanficElla, con un destino fijado desde el día en que nació. Él, decidido por completo a dejar toda su vida atrás. Un encuentro fortuito que convierte la curiosidad de la Princesa en obsesión y la lealtad del Fugitivo en deseo. Será el amor explosivo el q...