Capítulo Décimo Octavo - Foulard

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Con sus ojos azules enrojecidos e hinchados de tanto llorar, Marinette se había encerrado en su habitación hacía más de un día. No permitía que nadie entrara ni siquiera para llevarle comida. Comida que quedaba en una bandeja del lado de afuera de su alcoba, ya que el ayuno era su forma habitual de protestar o rebelarse cada vez que se enojaba. Aunque debía tener cuidado en no sobrepasar su límite debido a su tendencia al desmayo desde que era una niña pequeña. De a ratos se calmaba, pero de repente los sollozos volvían a aparecer cuando recordaba la situación en la que estaba completamente inmersa sin salida además de que su padre le había levantado la mano con demasiada fuerza para su delicado rostro, por culpa de las mentiras de Luka. La hinchazón había casi desaparecido, pero en el medio de su mejilla izquierda había una marca coloreada de violeta, un pequeño moretón, causada por el golpe del anillo que el hombre siempre llevaba en su dedo mayor.

- Vete, no quiero nada. Déjame sola. - Respondió en voz baja a los sutiles golpes en la puerta de su habitación.

- Por favor, Princesa. Debes comer algo o te vas a desvanecer. La cocinera ha preparado tu plato favorito... - La doncella suplicaba desde el otro lado.

- TE DIJE QUE NO QUIERO NADA! - Tomó uno de sus zapatos que se encontraba al alcance de su mano y lo revoleó contra la madera, asustando a la morena que esperaba en el pasillo sosteniendo una bandeja con comida. 

Alya negó con su cabeza en silencio y suspiró, apoyando la bandeja en el suelo para retirar la anterior que seguía intacta desde la mañana. - Dejaré la comida aquí afuera por si más tarde te apetece. -

La azabache prestó atención al sonido de los pasos de la doncella alejándose por el pasillo de piedra meditando un poco sobre lo mal que la había tratado mientras que ella sólo se preocupaba por su bienestar. Aguardó unos momentos más hasta que se hubiera alejado del todo, para muy silenciosamente ir hasta la puerta y revisar lo que había en la bandeja. Miró hacia ambos lados y la entró para comer un poco. Masticaba una hogaza de pan a la vez que observaba a través de la ventana, pensativa. - Necesito salir de aquí. Quiero ver a Félix. -

*-*-*

Adrien miraba fijo a Travis desde la otra punta de la gran mesa de madera. El Caballero bebía cerveza abrazado a una de las chicas prisioneras que había elegido para pasar el rato después de una larga misión que el Rey le había encomendado a la Guardia Real. Pierre también estaba sentado junto a ellos, pero como él tenía esposa, no se sumaba a la vulgar juerga más que para beber un poco de licor.

- Qué me miras, rata rubia? - Preguntó Travis golpeando la mesa, haciendo saltar algunos de los vasos que estaban apoyados en ella. - No tienes nada mejor que hacer? -

El muchacho sonrió resoplando y encimó un poco el pecho sobre la mesa. - Es que me encantas, viejo sucio... - Lo burló con un tono de voz muy sensual, para luego relamerse los labios logrando irritar de sobre manera al hombre que pegó un salto al levantarse del banco, volcando su bebida.

- QUÉ DIJISTE? QUÉ TE PASA??? - Gritó enfurecido y avergonzado mientras que la chica junto a él lo observaba un poco asustada alejándose levemente.

Adrien se echó a reír a carcajadas hasta que divisó a Aurore escondida detrás de una columna, llamándolo en silencio con un gesto de su mano. Se aclaró la garganta y levantó del banco para comenzar a caminar marcha atrás disculpándose del resto de sus compañeros, incluido Travis que estaba siendo contenido por Pierre para que no se le fuera encima a golpearlo por la vergüenza que le acababa de hacer pasar. - Hey, ya está listo? - La tomó del mentón y, acariciándoselo con su pulgar, le besó la mejilla para tranquilizarla ya que la notó terriblemente nerviosa.

Entre Amor y Espadas - Miraculous Ladybug AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora