PREMONITORIO

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Ya era bastante tarde, y Jacob y yo estábamos cansados del viaje, así que cuando nosotras terminamos de ojear los catálogos – más bien, estudiar, aunque yo ya los había mirado tanto durante estas semanas, que casi me los sabía de memoria – y ellos acabaron su última partida de billar, decidimos irnos a la cama.

Mis padres nos anunciaron que dormiríamos en su parte de la casa, por lo que los seguimos.

Pasamos a su vivienda por medio de la puerta interior por la que Alice nos había llevado antes y subimos las escaleras para dirigirnos a la planta superior, donde se encontraban los dormitorios.

Al llegar al pasillo, mi padre se paró frente a una de las puertas y la abrió.

- Este será tu dormitorio, Jacob – le dijo, señalando el interior con la mano.

- ¿Mi… dormitorio?

La habitación solamente contaba con una cama, aunque era bastante grande.

- Edward – le regañó mi madre -, van a dormir juntos.

- Bella, aún no están casados – objetó él con gesto disconforme.

- Oh, vamos, no seas anticuado, ya duermen juntos todos los días. Esto es una soberana tontería – y se acercó a la puerta para cerrarla.

- Está bien, los llevaré a la otra habitación – accedió finalmente, aunque un poco a regañadientes. Eso de ser moderno le costaba bastante -. Venid aquí – y comenzó a caminar de nuevo, aunque solamente unos cuantos pasos más. Se paró frente a otra puerta y la abrió -. Este será vuestro dormitorio.

Jacob y yo pasamos al interior. Alice ya nos había enseñado esta parte de la vivienda, así que sabíamos que este dormitorio era el que tenía la cama más grande. Lo era incluso más que la de nuestra casa.

Nuestra maleta y la mochila ya estaban en el armario, cuyas perchas y estantes ya estaban ocupados por nuestra ropa. Papá se dio cuenta de este detalle y le echó una mirada acusadora a mamá, que miró hacia otro lado mientras se atusaba el cabello para disimular. Eso pareció hacerle gracia y no pudo evitar sucumbir a los intentos de mi madre por modernizarlo, así que terminó riéndose un poco de su propia actitud.

- Bueno, os dejaremos… dormir – dijo papá, todavía con la sonrisita en la cara.

Mi rostro no pudo evitar que el color rojo tiñera su epidermis, y, encima, que esa insinuación saliera por boca de él, me ruborizaba aún más.

- Sí, nos vamos – siguió mi madre, guiñándome el ojo. Otra vez mis pobres mejillas sufrieron una invasión de sangre -. Buenas noches, que descanséis – y nos dio un beso a los dos.

- Buenas noches – se despidió papá, dándome otro beso.

- Buenas noches – contestamos ambos como dos niños buenos.

Mi padre suspiró y se acercó a la puerta, donde ya le esperaba mamá.

No pude evitar que en ese momento mi padre me inspirase tanta ternura. Sabía que estaba haciendo un esfuerzo casi sobrenatural para dejarnos dormir juntos y, sobretodo, para aceptarlo. Aunque él ya lo había escuchado todo, le llamé igualmente.

- Papá – éste se giró para mirarme ya con una sonrisa -. Gracias – y le sonreí yo también.

Asintió para aceptar mi gesto y salió junto a mi sonriente madre.

En cuanto la puerta se cerró, Jake se dejó caer en la monumental cama.

- ¡Esta cama es comodísima! – exclamó, cruzando las manos bajo su nuca.

JACOB Y NESSIE NUEVA ERA IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora