CONVERSACIÓN PENDIENTE

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Abrí los ojos poco a poco, pues la luz que entraba a través de las cortinas me impedía hacerlo de una manera más rápida. Cuando mis pupilas se acostumbraron a esa claridad, pude ver al ser más maravilloso del universo a mi lado.

Jacob estaba recostado junto a mí, de lado, me miraba maravillado mientras sus dedos pasaban entre mi pelo para peinarme con delicadeza.

- Buenos días, preciosa – me sonrió.

- Buenos días – sonreí yo también.

Le agarré de su camiseta interior y tiré de él para que se acercara. Así lo hizo, se arrimó a mí y comenzó a besarme lentamente, poniendo empeño en cada beso, en cada contacto, en cada roce…

Despertarse así cada mañana era un privilegio.

Separamos nuestros labios, tomamos una buena bocanada de aire y nos sonreímos de nuevo.

- ¿Has dormido bien? – preguntó con un susurro -. Quitando esa pesadilla, claro.

- Sí – sonreí otra vez -. ¿Y tú?

- Sí.

- Eso le gustará a papá – me burlé.

- Muy graciosa – contestó con retintín.

Se me escapó una risilla. Me dio un beso corto y se despegó de mí, echándose boca arriba en la cama.

- ¿Me ducho yo primero? – inquirí.

- Sí, que así me quedo un ratito más aquí… - bostezó.

- Hay que ver qué perezoso – me reí, levantándome.

Volvió a bostezar mientras se espatarraba y ponía sus largos brazos en cruz, ocupando todo el camastro, y mi boca volvió a dejar salir otra risilla.

- Voy a la ducha.

- Vale – rezongó.

Sonreí, negando con la cabeza, y salí del dormitorio.

Entré en el enorme cuarto de baño para ducharme. Una vez que terminé de hacerlo, me puse el albornoz blanco y me desenredé el pelo.

Me disponía a salir del baño, cuando Rosalie apareció tras la puerta al abrirla.

- Hola, cielo, vengo a peinarte – me anunció con una enorme sonrisa.

- Rose – exclamé, encantada -. Pasa – y me aparté para dejarla entrar.

Pasó al cuarto de baño como una exhalación, y con la misma rapidez, preparó todos los artilugios, incluida una silla que no sé ni de dónde la sacó.

- Siéntate – me exhortó, señalando el asiento con la mano.

- No sabes cuánto te he echado de menos – confesé, obedeciendo.

Mi tía soltó una risita alegre de satisfacción y enseguida se puso manos a la obra. En un abrir y cerrar de ojos, mi cabeza se llenó de tirones supersónicos y de mechones que se iban colocando en su sitio milagrosamente. En menos de cinco minutos, Rose apagó el secador de mano y mi cabello estaba perfectamente peinado.

- ¡Rose, eres única! ¡Eres genial! – alabé al ver los resultados.

- Lo sé – suspiró con alegría.

Mi pelo lucía con esa cascada natural de rizos abiertos que sólo ella era capaz de conseguir.

Me levanté, la abracé y le di un beso en esa mejilla pétrea y fría.

- Muchas gracias – sonreí.

- De nada, cielo – sonrió ella también. Entonces, su cara se desfiguró con una mueca de hastío -. ¿Ya se ha levantado tu chucho?

JACOB Y NESSIE NUEVA ERA IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora