- Nessie, no hago más que clavarte alfileres, bueno, mejor dicho, romperlos, este es el quinto que se me casca. Deja ya de mirarte y de moverte – me regañó Sarah, tirando lo que quedaba de alfiler al suelo y cogiendo otro del alfiletero que llevaba enganchado en su muñeca izquierda -. Además, si no paras, no podré ponerte esto bien, y querrás que tu vestido me quede perfecto, ¿verdad?
- Lo siento – y me volví hacia delante para ponerme tiesa como un palo.
- Así me gusta – sonrió.
Le eché un vistazo al pequeño local. La tiendecita de Sarah estaba repleta de percheros con ropa hasta los topes esperando a su arreglo y otros con modelos diseñados y confeccionados por ella.
- ¿Te dará tiempo? – pregunté, mordiéndome el labio con preocupación mientras también observaba mi boceto de vestido.
- Estará listo incluso antes de la boda – afirmó.
- ¿Y todos los volantes que tienes que coser? No sé, eso te llevará tiempo, ¿no?
- Que sí, tranquiiila – aseguró con una entonación un tanto socarrona.
Yo no las tenía todas conmigo. Quedaban nueve días y ella todavía estaba poniendo alfileres en esa tersa tela de seda. Los exámenes, la plantación, mi amiga Helen – la cual estaba preocupada otra vez por Ryam, ya que hacía tiempo que no tenía noticias suyas – y el resto de detalles de la boda de los que me tenía que encargar yo, como los vestidos de las damas de honor y otras cosas, me habían tenido demasiado ocupada, y encima la tela de mi vestido había tardado lo suyo en llegar. Todo esto había sido el culpable de tal tardanza.
- No te preocupes, Sarah es una modista estupenda – apoyó Rachel, haciéndose eco de mis pensamientos -. El mío lo hizo en sólo seis días.
- Sí, me empleé a fondo – dijo Sarah, resoplando al recordar.
- Y quedó precioso – siguió Eve.
- Vas a estar perfecta, ya lo verás – intervino Jemima -. Confía en Sarah, sabe lo que hace.
Les sonreí a todas ellas por su esfuerzo. Estaba un poco más sosegada, pero la verdad es que tenía los nervios a flor de piel. Entre mi graduación, que era el viernes, y la boda, estos días era un manojo neurótico. Encima, la inestabilidad metereológica, que en estas últimas semanas había provocado un tiempo más lluvioso y frío de lo habitual para el mes de junio en el que estábamos, no me ayudaba nada.
No entendía por qué estaba tan nerviosa, en realidad, no es que una boda quileute llevase muchos preparativos, pero no podía evitarlo.
Jacob ya había arreglado el tema de la carpa, la cual iban a montar algunos miembros de la manada, la pequeña orquesta, que era la que siempre tocaba en las bodas de La Push que se celebraban al estilo tradicional y que estaba compuesta por indios nativos de la tribu, y del menú se iba a encargar Sue, que tenía a su disposición a Emily, Kim, Jemima y Martha como ayudantes de cocina, eso sin mencionar a Ruth, Eve y Sarah, que se iban a encargar de servir las mesas, junto con otra parte de los chicos.
Los vestidos de mis damas de honor ya estaban listos desde hacía un mes, ya que la tela de éstos había llegado primero y Sarah había podido ponerse con ellos antes. Rachel, Leah, Brenda y Helen iban a ir preciosas, y ya tenían sus vestidos en el armario de sus respectivas casas. Entre ellas y las féminas de mi familia, me habían ayudado a escogerlos. La gasa, de un color azulado muy claro, caía libre desde las caderas y llegaba hasta los tobillos. El escote era en pico e iba sujeto por unos tirantes anchos que se unían a una parte trasera que dejaba ligeramente al aire la espalda, uno de ellos se adornaba con una flor también hecha de gasa azul.
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JACOB Y NESSIE NUEVA ERA I
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