《Prefacio》
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- Si. – Dije sin pensar. Inmediatamente me arrepentí. Sabía lo peligroso que era entrar a su mundo, sabía que quizás Jamás saldría, pero sabia también, que el acobardarme ahora no era una opción. No podía dejarlo solo en esto, ya estaba incluida, ya era parte de su vida, era ahora o nunca.
- Como sabes que es lo mejor?
- No lo se
- Wau, en verdad? Leah Fletcher tomara paso en falso sin saber que tipo de suelo pisa?
- Es mejor que quedarse toda la vida con la duda.
El callo, cruzo sus brazos sobre su pecho, y me miro con temor. Como había dicho antes, hasta no ver, no creer.
- Ya viste como termino todo hoy. – bajé la mirada, casi con vergüenza. Bufó. – mira donde estamos! En un Hospital Leah! No es cosa sencilla!
- Tampoco es cosa sencilla dejarte ir Justin! –
Me levante de la camilla donde la enfermera me había dicho que no me moviera. Me enfureci, parecía prácticamente como si no me quisiera a su lado en aquel momento.
Lo mire, y el a mi, Justin odiaba el que lo contradijera, como siempre sucedía, pero en el fondo, él sabía que yo tenia razón. No puedo parar ahora, ya estoy metida en su mundo, un mundo del cual QUIERO conocer mas, no es capricho, es necesidad.
Al instante en que puse los pies en el suelo me sentí débil, torpe, como muchas otras veces en clase de gimnasia después de bajar la soga desde el techo, un reto que tan solo había conseguido una vez hacia ya un largo tiempo…
Justin comenzó a dar vueltas, marcando una circunferencia imaginaria en el suelo. Su mentón estaba forzado, y yo no le quitaba el ojo de encima. Sus manos engarrotadas, su mirada perdida. Realmente estaba peor de lo que me imaginaba.
De la nada, en una de sus tantas vueltas que habían llegado a marearme, me tomo por los brazos con ambas manos, sosteniéndome, y dejándome posibilidad nula de poder moverme. Estaba cansado, no me lastimo, pero aun asi ejerció mucha fuerza con aquel movimiento.
- Tu crees que es sencillo para mi vivir sin ti ahora? – miró al suelo, el poco suelo que quedaba entre los dos. Su respiración era entrecortada, como si estuviera cansado de correr en algún maratón. – No soy tan fuerte como lo aparento, no puedo vivir sin ti, pero dejarte quedarte a mi lado seria lo mas egoísta que habría hecho en toda mi vida. – temblé ante sus palabras, si, no lo dudo, era peligroso, tan peligroso como jugar con fuego, pero así como los malabaristas, algún dia tendría suficiente experiencia, y ni siquiera el roce de la llama me tocaria un mechon de cabello. El me solto, y dejo la mirada cabizbaja. Yo, masajeé los brazos un poco, y luego con mi mano derecha, levante su mentón. Sus ojos se veian llorosos, en cualquier momento soltaria la lagrima, cosa que no podía dejar que sucediera. Era estúpido, pero con cada lagrima que el podía llegar a soltar, era como un golpe en el alma para mi. Si, definitivamente, lo amaba…
- No te quiero dejar. – la voz entrecortada, con una gran herida dentro de mi. – No puedo, no lo deseo, sin ti no soy nadie Justin, te has convertido en mi mundo, y alejarte de mi seria como quitarme todo lo que yo tengo. – Negó con la cabeza, decepcionado. – No me importa lo que pienses, asi es, es la verdad, me estoy sincerando contigo.
- Entiende que no podemos, Leah. – lo solte, y el levantó por si solo su rostro. – No es natural, debes de conseguirte a alguien como tu, un buen partido, alguien que pueda estar contigo todo el tiempo sin tantas limitaciones como las que tenemos ahora.
- Ya lo encontré, eres tu. – respiro profundamente, vencido. – Soy mas como tu que como los demás.
- Tu sabes que no es cierto.
- Como te lo pruebo?
Ambos callamos, y de la nada, el tomo mi rostro entre sus manos, y me miró figamente en los ojos. Era tanta mi fascinación, tanta mi emoción por aquel momento, que el resto del mundo no estaba, no estaba consiente, éramos tan solo él y yo, no había nadie más, cuando estoy con él, nunca lo hay.
- Ya no hay marcha atras, Leah. Comprendes eso? – Asenti con la cabeza. – entiendes que si cruzas esa línea, ya no hay retorno?
- Lo supe desde el momento en que te conocí.
Un aire familiar se sintio en el aire, en su orbita. Sabia que lo decia enserio, que estaba dispuesta a todo con tal de estar con el.
- Entonces, Princesita, considerate mi más grande pecado.
Ambos sonreimos por lo tentadoras que esas palabras sonaban, y sellamos el trato con el mas dulce beso jamás dado
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Gracias por leer