Prólogo

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- Hace demasiado calor para ser octubre, ¿no crees?
- Te doy la razón, pequeño.
Las tardes a su lado eran placenteras, pasaban las horas sin pasar, el tiempo se escurría en mis manos cuando disfrutaba de su compañía. David fue uno más de los chicos que me enamoraron en mi adolescencia, que no está tan lejana, pero a pesar de todo, él era distinto. Supongo que siempre lo acabamos pensando, porque encontramos en el siguiente, aspectos que no tenía el anterior.
- ¿De qué hablabas con Jordi esta mañana? Tenía pinta de ser un viaje como el de Grecia.
- Ah, eso, bueno... Cosas mías que van unidas a aventuras como la que vivimos en Atenas. ¿Recuerdas el hotel? Para ser 3 estrellas estuvo guay.
- Lo recuerdo muy bien, nos lo pasamos de puta madre.
- Algún día volveremos, te lo prometo.
Estoy nostálgica, estas conversaciones me lo demuestran. Más bien los recuerdos de éstas, hace ya 7 años de ello y se me eriza la piel cuando surgen de mi memoria.
Cómo olvidarlo. La vida está para aprovecharla y tomar decisiones trascendentales. Eso hice yo. Dos días después de esa conversación, cambié rotundamente mi vida y las de mi alrededor. Fue adrede, lo necesitaba, no estaba bien allí, huí de la forma más usual. Desaparecí del mapa.


Era jueves, bien entrada la noche. Casi las 2 de la mañana, estaba junto a David, estirada en la cama después de una sesión de besos nocturna, de eso que te coge el mono y os empezáis a calentar a base de caricias. Siempre era yo quién empezaba ese tira y afloja de labios, nuestras clases de lengua, como les llamaba Víctor en su tiempo. Abracé fuerte a David y cuando quise dar por sentenciada esa guerra, hizo la misma propuesta de siempre: Dime una adivinanza.
Me puse a pensar, ya que de por sí no me sabía ninguna y entonces llegó a mi mente una imagen, una web, un párrafo en sí. "¿Qué es tuyo pero puede desaparecer en un solo instante?" y tal como me llegó, la solté.
- No tienes huevos. ¿Cómo te atreves a preguntarme eso? ¿Acaso me ves como un imbécil más del pueblo? Áurea, no estarás diciéndolo en serio.
- ¿Por qué te pones así? Simplemente te he dicho una adivinanza, un acertijo inútil.
- Inútil lo eres tú, no el acertijo.
- ¿Pero qué dices? ¿Desde cuando me insultas? Y, por favor, para de gritar, que es tarde.
- ¿Sabes qué? Voy a dormir al sofá, mañana hablamos. A ver si el sueño te aparta eso de tu cabeza.
- Pues vete, nadie te obliga a compartir cama conmigo, ¡eres libre de decidir!
- ¡Pues vale! – Se levantó ágilmente de la cama y se esfumó de la habitación.
"¿Qué lo hablamos mañana? ¿Qué tengo de apartar de mi cabeza? ¿Quién se piensa que es para hablarme así y ponerse a gritar a las tantas de la noche?"
- Cariño, ¿va todo bien? – Fantástico, hemos despertado a mi padre.
- No te preocupes papá, ve a dormir.
- Seguro, ¿eh? – asiento y veo que se aleja otra vez hacia su cama.

"Hoy" pensé "no podría haber sucedido en otro instante, debe ser hoy."
Empecé a coger ropa de dentro mi armario, fui al despacho y alcancé mi DNI, pasaporte, tarjetas y demás cosas importantes. Encontré mi anterior móvil y pensé en cogerlo, pero me detuve al darme cuenta que aún mantenía la otra SIM y no la podía quitar por mucho que quisiera, dejé esa idea y cogí que usaba en ese momento, ése lo usaría para comunicarme. Lo metí todo en una mochila que conseguí sacar del mismo armario con absoluto silencio. "Con esto pasaré un mes".

Desbloqueé mi actual móvil y busqué a Jordi en mi lista de contactos. Un tono... dos tonos... Lo cogió:
- ¿Au? Son casi las 3 de la mañana, ¿no estabas con David?
- Estaba, tú lo has dicho. Salgo en cinco minutos, voy hacia tu casa. Dejaré mi tarjeta SIM aquí, déjame la ventana abierta. Tendré suficiente con saltar tu verja.
- No me digas que hoy... - En vista de mi silencio, entiendo que lo ha captado, por ello es mi mejor amigo – Ya veo, cógelo todo, pero todo es TODO, ¿sabes?
- Ya lo he preparado, simplemente no dejaré ninguna pista, haré como si hubiera marchado a la universidad, como cada jueves, al menos desde hace un mes.
- Te aceptaron la beca, ¿verdad?
- Por supuesto, a mí y a dos más, pero yo era la única que iba allí.
- Te espero, voy a ir encendiendo la torre.
- No, la torre no, usa el portátil. Si molestamos a tus padres sabrán donde he ido.
- Verdad, hasta ahora Au.
- Te quiero J.
Nunca fallaba. Siempre había tenido a Jordi para mis problemas y él a mí. Me supo mal que no pudiera acompañarme, pero al fin y al cabo, era mi viaje. Ya vendría cuando las condiciones estuviesen mejoradas, porque entonces eran inciertas incluso habiendo pensado en lo indispensable.


Quité la tarjeta de mi móvil y la guardé en uno de los mini cajones que tengo en la mesa de estudio, cogí mis llaves y me dirigí a la puerta que da a la calle, la que había cruzado tantas veces, pero nunca antes con ese objetivo. Antes de salir, eché un ojo a David. Estaba de espaldas a la puerta, su pelo casi negro brillaba con el reflejo de la luz lunar. ¿Cursi? Tal vez, pero era verdad. Una punzada de dolor atravesó mi corazón, habían sido dos años a su lado, pero en vista de lo ocurrido, sólo veía esa solución. Fue mi vía de escape frente a mis exigentes padres, pero con eso debía aprender a como le trataría la vida en algunas ocasiones.

No todo es bonito y convive en armonía. En la vida debe caber el dolor y las preocupaciones. También la libertad. Ésa, la perseguí desde ese mismo instante.

La huida soñadaWhere stories live. Discover now