CAPÍTULO 9

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2010

Las ventanas del avión me mostraban cuanta luz desprendía Barcelona ciudad, me imaginaba que a una altura más grande, digamos desde la estación internacional, las manzanas con forma cuadrada que construían parte de ella se divisarían como nosotros vemos las constelaciones pero más juntas. Poco a poco íbamos despegando, hacía casi un año que no me subía en uno,y menos sola.

La última vez nos dirigimos a Grecia, fuimos: Ana, Gabriela, Jordi, Víctor, David y yo. Estuvimos cinco días, celebrando que habíamos acabado el primer año de bachillerato, tal vez no como alumnos ejemplares, pero sí como un grupo unido. Las playas, de arena distinta dependiendo de la zona, la comida, la música, los lugares que fuimos descubriendo y a los que la agencia de viajes nos llevó con el guía. Fue fantástico, pude disfrutar de la buena compañía, de risas y alguna que otra lágrima al darme cuenta, que parecíamos incluso una familia, como si tres hermanos hubieran ido cada uno acompañados por su pareja. no lo sé, pero lo más gracioso fueron los ratos en la habitación, cuando meditaba con David o simplemente decía una tontería y él me seguía la corriente, lo cómoda que era esa cama se quedará grabada en mis recuerdos, junto a todo lo que ocurrió en ella. A parte del hecho que acabáramos el curso, celebraba un año con David. Ese 3 de julio siempre estará en mi mente, aunque nuestro momento del beso fuera jodidamente interrumpido por mi padre, maldito toque de queda y exigencia que me lleva este hombre.

- ¿Querrás algo de comida? - La voz de la azafata me despierta del mi mente llena de recuerdos. - ¿te encuentras bien?

- Sí, sí... No te había escuchado, eh, ¿qué hay de bebida?

- Hay cocacola, trina, fanta, estrella y nestea. También te puedo hacer un café si lo deseas.

- Oh, un café me iría bien, si le pones leche desnatada mejor.

- Por supuesto, acabo de servir a los otros y te lo traigo.

Veía como se alejaba del asiento y seguía preguntando a los demás pasajeros. ¿Llevaba dinero encima para pagarle? Lo comprobé entre los nervios. sí, por suerte había cogido la cartera dónde lo llevaba todo. Sólo fue un pequeño susto. Cuando volvió, le entregué el dinero exacto y ella me dio el café. Lo de la leche desnatada era costumbre en mí, porque en el bar de Jordi siempre me lo habían servido así. Se lo agradecí.

Me esperaban dos horas de vuelo, no usaría el móvil para así ahorrar batería, por lo tanto no sabía con qué despejar mis inquietudes que en esos momentos ocupaban mi cabeza. No había podido coger ningún libro, tampoco mi reproductor mp4, así que tuve que refugiarme en mis pensamientos escritos en mi pequeña libreta, aquella donde me desahogaba de mis padres. No era un diario, era como si hiciera la hoja de reclamaciones pero a gran escala. SIempre llevaba un bolígrafo encima por si se me ocurría algo. Era algo muy placentero, sólo David y Jordi sabían de su existencia, básicamente porque la decoraron juntos y me la dieron para mi 16º cumpleaños. Creía que mis padres eran incapaces de notar mis deseos de irme, nunca lo había expresado. Sí que había dicho: ¡Pues yo viajaré mucho cuando sea mayor! Inocente de mí, a los 7 años. Pero nunca había especificado dónde y siempre que me lo preguntaba, decía un sitio distinto. La única persona que conocía mi sueño de estudiar en Viena, era Jordi.

La huida soñadaWhere stories live. Discover now