♦Cuatro♦

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Cuando despertó por millonésima vez desde aquella noche, pero ahora en una cama que se sentía como algodón, cubierto por edredones muy cálidos. Sus orbes azules se dejaron ver y con la vista recorrió el lugar, las paredes cubiertas de un blanco hueso, las largas cortinas celestes caían desde el techo hasta el piso privándolo de la vista que tendría y también de la luz que posiblemente quería filtrarse en la habitación, la puerta entreabierta, con desespero se levantó y su cuerpo enseguida se lo recriminó, ¿acaso vestía un pijama azul? ¿Pero qué diablos ocurría? Apenas y podía recordar lo ocurrido, era borroso y solo de pensarlo empezó su dolor de cabeza. Con suma cautela camino hacía la puerta y al salir se encontró con un corto pasillo que de seguro lo llevaría a la entrada de donde quiera que se encontraba.

Al salir su corazón se detuvo al ver a un hombre enfundado en un perfecto traje gris, su nerviosismo era notorio cuando esos ojos se pasaron en sí.

"Despertaste que alegría!" exclamó alegre, "por un momento pensé que tendría que llevarte al hospital y sinceramente no sabía que explicaciones dar sobre tu estado" explicó con una sonrisa. No entendió a qué se refería.

"¿Quién es usted?" preguntó. El hombre alzó una ceja.

"Tu dueño" respondió simple, la sorpresa y desconcierto en los ojos azules se hizo presente.

"¿Mi..mi dueño?" su voz apenas y se escuchó.

"Si, yo te compré, no es magnífico" ¿De qué diablos estaba hablando? ¿Su dueño? Estaba loco, su cabeza dio vueltas, cuando se forzó a recordar lo ocurrido, más no logró nada.

"¿De qué está hablando? ¿Por qué estoy aquí?" preguntó con pánico mientras se tomaba la cabeza con las manos.

"Pues eso, te compré, ahora vete a duchar y ponte algo tenemos que tomar un vuelo"

"¿Un vuelo? ¿A dónde? ¿En dónde estamos?"

"Son muchas preguntas y ya me cansé de responderlas, así que mueve ese culito y apresúrate" intentó acercarse al joven, pero él retrocedió con miedo.
"No, no voy a ir a ningún lado con usted, me voy a mi casa" intentó pasar por un lado, pero el hombre lo tomó con fuerza del brazo, haciéndolo asustar.

"Creo que no estas entendiendo lo que dije" espetó.

"Suélteme"

"Soy tu dueño Louis, pagué por ti una cantidad de dinero demasiada alta"

"No se lo pedí, por favor déjeme ir" el tono de súplica estaba claro en su voz.
Ni siquiera se dio cuenta de que el tipo sabía su nombre.

"Me importa un bledo, te saqué de ese lugar y agradece que fui yo quien te compró" le dijo con tono serio "Te imaginas, un dueño viejo y asqueroso tocándote" su cara reflejó el pánico, ¿a qué se refería con tocar? ¿A qué se refería con dueño, un hombre? No, no y no. Dios, que no sea lo que estaba pensando. ¿Pero si no era eso que más podría ser? Lágrimas cayeron de sus ojos, lo habían secuestrado y lo habían vendido como a una prostituta.

Era la prostituta del señor con aires de grandeza, de ese señor con canas asomándose en su cabello, ¿qué iba a hacer? Mierda, su vida estaba acabada, tendría que buscar una manera de escapar. No podía ser darse simplemente por vencido. Las lágrimas caían por sus orbes como cascadas, ¿Que barbaridades lo obligarían a hacer? No se imaginaba a alguien tocándolo, no, por Dios ni siquiera le gustaban los hombres y ahora ya veía su destino. Y no, no podía ser cierto.
Quería arrojarse del feo edificio donde vivía Zack o mejor que un tren lo matara.

¿Por qué? ¿Qué hizo para merecer eso?

"Ahora muévete y ve a prepararte no me obligues a hacerlo por las malas, no te conviene" enseguida se tomó el brazo, le dolía, el agarre fue demasiado brusco. Con pesar y bajo la amenaza en los ojos del canoso hombre se fue hacía la habitación en la que despertó. Efectivamente ahí había algo de ropa, entró al baño aun temblando.

ForcedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora