♦Nueve♦

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¿Quieren maratón?



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"¿Te vas?" preguntó el rubio levantándose de la cama y envolviendo en su cuerpo una sábana beige.
"No acostumbro a quedarme a dormir con putas, ya sabes" el rubio se tragó un par de insultos.

"Puedes hacer una excepción" dijo pícaro mientras se acercaba al rizado, quien se ponía los pantalones "Son las cuatro, no queda mucho para amanecer"

"Aun así" tomó su playera del suelo y se la puso de segundos.

"Hazz, quédate ¿Si?" el rubio pidió, necesitaba que el rizado se quedase con él, así el niño ese sabría qué lugar ocupaba en la vida de Harry, sabría que no le importaba quien estuviese en su casa mientras él se divertía con quién sabe quién.

"Chad" dijo alargando la a "Hemos tenido este problema algunas veces" se terminó de poner los zapatos "No me gusta amanecer con nadie" ¿Ah sí? Pues cierto ojiazul amaneció a su lado y no necesariamente después de una buena follada.

"Lo sé, lo sé, pero como dije no falta mucho para el amanecer, podemos disfrutar de estas horas" la sabana cayó al suelo, no sentía vergüenza alguna pues el rizado lo había visto infinidad de veces desnudo. "Podemos meternos allí" apuntó una puerta blanca "Y tomar un largo baño" propuso.

"No suena mal" en un movimiento ágil tenía al rubio contra la pared, haciendo que este le dé la espalda "Pero quiero que entiendas esto" susurró en su oído, el rubio pensó que ganó por un momento, su cuerpo comenzó a reaccionar ante la cercanía del rizado "No me quedo con putas" el rubio trató de zafarse del agarre. "Porque solo son eso putas" sin más lo soltó e inmediatamente tomó su abrigo.

"Idiota" le dijo el rubio.

"Gracias" se acercó hasta Chad y le plantó un beso en el cual la mordida que dio el rizado lastimó el labio del rubio. "Adiós" desapareció por la puerta ante la atenta mirada del rubio que se moría de coraje.








El sonido de un auto y luego una puerta siendo abierta y cerrada lo despertó. Las cuatro y media de la mañana, era la hora que pudo ver gracias al pequeño reloj que se encontraba cerca de la lámpara a un lado de donde dormía. ¿Y si eran ladrones? No podía ser si esa casa estaba mejor cuidada que la del mismísimo presidente de los Estados Unidos. Solo quedaba una opción. Harry.

Cuando estaba a punto de levantarse y confirmar que era el rizado unos pasos se dejaron oír por el pasillo y a los segundos su puerta se abrió.

El rizado entró a la habitación del pequeño y se encaminó hasta lograr ponerse de cuclillas junto a él. Estaba dormido.

"Lo siento" el aliento golpeó de cerca la cara del castaño "No quise decir... Es que dios, vas a terminar conmigo, eres tan caliente y sexy que no puedo." calló, miraba como el pecho del castaño subía y bajaba mientras respiraba tranquilamente, acercó más su rostro al del castaño y notó como esta tenía marcas de que había estado llorando, pues algunas de esas marcas secas tenían una tonalidad blanquecina que se delataba perfectamente en el rostro del ojiazul. "Lo siento" volvió a repetir y con sus pulgares limpió el resto de marcas que tenía el rostro del pequeño, solo con unas copas encima pudo tener el valor de aceptar que había hecho algo mal. Pensó en cargarlo y llevarlo hasta su habitación, pero de seguro y se caerían en medio del pasillo así que negando con su cabeza desistió de la idea. Antes de marcharse besó la punta de la pequeña nariz respingada del chico y se marchó.

Cuando escuchó la puerta cerrarse soltó una risilla, el rizado había besado su nariz y le produjo un cosquilleo que hizo que arrugara su nariz. Se sentó en la cama y su mente no sabía que pensar, a veces el rizado solía ser demasiado brusco, hosco y en ocasiones era totalmente lo opuesto, sabía lo que el rizado estaba buscando en él y lo que el padre del mismo estaba esperando pues se lo había dicho, pero no estaba listo, es más nunca lo estaría, si bien el rizado le parecía realmente atractivo, él no estaba de acuerdo con lo que los dos hombres esperaban de él. El lo siento del rizado no cambiaba nada para él el hecho de que lo trató mal, nunca fue bueno olvidando o ignorando cosas que herían su alma, de desconocidos sí, pero de personas que formaban parte de su vida sí que le importaba y dolía, aunque no tuviera la mejor relación con el rizado sus palabras le afectaron. Pero al menos pudo reconocer que estuvo mal y pidió perdón, era un corto avance. Pero a pesar de eso, la idea de escapar y salir de esa casa lo más pronto posible aún estaba en pie.






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