♦Cinco♦

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Un leve movimiento lo despertó, se levantó desesperado y su mente no procesó donde se encontraba.

"Buenos días, el señor lo está esperando en el comedor para tomar el desayuno" asintió no muy confiado. No quería encontrarse con el desagradable tipo que ayer lo puso a dormir sin ningún esfuerzo.

Bajó temeroso al primer piso, siguiendo a la señora pelinegra. Entraron a la cocina y se encontró con la desagradable presencia del tipo sentado en todo su esplendor en la mesa, repleta de varios alimentos. 

 

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"Creo que se hace costumbre el hecho de que al primero que veas al despertar sea yo" le dijo mientas untaba un poco de mermelada en su tostada. "Edward debe llegar en las próximas horas y yo tengo que salir. ¿Recuerdas la plática de ayer?" el castaño asintió, claro que recordaba la clara amenaza de muerte si intentaba escapar.

"Mi hijo suele ser un poco difícil, así que pon de tu parte, no queremos verlo de malas" le dedicó una sonrisa ladina.

"Antes había alguien como tú aquí" se sirvió un vaso de jugo "Pero que lástima, no pudo quedarse, hizo enojar a Edward y él" lo miró "Digamos que perdió la paciencia y pues ya no está, es una lástima, era un chico agradable" hizo un gesto quitándole importancia al asunto.

"Así que, no digas después que te lo dije" le sonrió "Recuerda, si intentas poner un pie fuera de esta casa, tu suerte será menos que la del chico anterior" el ojiazul lo miraba estupefacto, con el temor en la mirada "Bien, eso es todo me voy" le dio una palmada en el hombre "Bon Appetit, Louis " y se retiró sin decir nada, cerrando la puerta de manera brusca.

La casa quedó en completo silencio.

"¿Qué le sirvo para el desayuno joven?" preguntó la pelinegra volviendo entrar a la cocina. Su mente ni lo procesaba en las garras de que demonio lo habían dejado, ¿antes había alguien? Ya no estaba, significaba una cosa, estaba muerto. Dios que barbaridades lo obligaría a hacer ese tal Edward.

"¿Joven, está bien?"

"Ah.. S-si he, sí.. Si.. Estoy bien" mintió, las lágrimas caían por sus mejillas.

"Bien" dijo no muy convencida "tengo que dejarlo, voy a limpiar la parte de arriba, el señor suele molestarse cuando la casa no está limpia" es razonable a nadie le gustaría tener la casa sucia "puede comer lo que deseé, con su permiso" asintió limpiando el rastro de lágrimas que quedaron en sus mejillas.

Muy a su pesar debió admitir que se estaba muriendo de hambre, ni siquiera recuerda haber comido algo, y su cara lo demostrada, la falta de sueño, agua y comida lo estaban acabando. Sus ojos brillaron al ver la comida y para iniciar tomó unas tostadas y les puso mantequilla para después comérselas enseguida.
Comió hasta sentir su estómago muy lleno, por suerte la empleada no regresó.

Camino hacia la sala y si era realmente hermosa, incluso ahora podía apreciarlo mejor que anoche, miró por uno de los ventanales enormes, y vaya tenía una puerta corrediza que daba al patio, logró ver a dos personas paradas cual postes de luz en trajes negros, de seguro ellos eran los que vigilaban la casa y que él no intentase nada.

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