T R E I N T A Y D O S

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Luna lame mi mano insistentemente ante mi baja intención de levantar la cabeza

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Luna lame mi mano insistentemente ante mi baja intención de levantar la cabeza. Luna gime, insistiendo con su fría nariz sobre mi palma; suspiro, lo suficientemente fuerte para que hasta la perra sepa que sigo viva. Decide renunciar a sus intentos y solo se acuesta a mi lado, poniendo su hocico cerca a mi cuello.

—Hoy no me quiero levantar —susurro—. Tú deberías levantarte.

No es que esté completamente en depresión, porque vamos, no fue para tanto pero sí estoy en ese estado post-golpe de realidad que tantas veces me ha puteado antes. Esto es más o menos la culminación del desencanto de un chico más, quizás uno que caló más fuerte, pero un desencanto al fin y al cabo.

Según el reloj que miré hace unos veinte minutos, son cerca de las ocho apenas, lo que para ser domingo es bastante temprano.

—Luna, jamás te enamores.

Nada mejor para subir el ánimo que darle consejos amorosos a un perro.

Cuando la espalda empieza a quejarse por mi posición decido levantarme y seguir con mi aburrida vida de siempre. Una de las responsabilidades de tener un perro es tener que sacarlo así que igual no me puedo quedar acá todo el santo día. Luego de ducharme y comer algo, salimos del apartamento con Luna.

—No vayas al apartamento de Luka, por favor. Solo vámonos —pido a la perrita. Sé que me entiende y en este caso me obedece y sigue de largo hasta el elevador.

Oprimo el botón, curioseando mi celular sin mirar nada realmente y en piso de abajo, en el 16, una señora se sube. Susurro un «Buenos días» que es respondido con amabilidad y sigue bajando. En el piso 12 se abren las puertas de nuevo y un chico entra, no alcanzo a mirarlo porque Luna sale en una sola carrera por el pasillo.

—¡Luna! ¡Aún falta! —grito inútilmente, saliendo a correr tras ella.

Hay una puerta abierta al final de uno de los corredores y ella se mete sin la menor cortesía. Mi rostro enrojece inmediatamente de ver a mi perro en casa ajena y asomo la cabeza al no ver a nadie; el piso está húmedo lo que indica que están haciendo aseo y abrieron para que el piso se secara. Y ahora Luna ensucia. La posibilidad de irme y dejarla se hace tentadora pero mi honestidad puede más.

—¡Buenas! —chillo al interior, esperando que alguien salga. Nadie responde y escucho los gruñidos de Luna—. ¡Hola!

¡Voy! —responde alguna voz.

Unos pasos después, una chica sale del pasillo, sonriendo y en pijama, con una sonrisa de niña pequeña y el cabello atado en un nudo muy mal hecho. Va descalza y corriendo casi en puntillas, dejando más en evidencia su delgada y larga fisionomía.

—Perdón, mi perra se metió —excuso mi intromisión. Ella se detiene frente a mí y se encoge de hombros—. Suele hacerlo. Lo lamento muchísimo, veo que estás limpiando.

La no protagonista de una historia de amor •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora