P R E F A C I O

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El amor puede ser catalogado de mil maneras diferentes; expresarse de todas las formas posibles y ser interpretado de la manera más errónea o correcta

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El amor puede ser catalogado de mil maneras diferentes; expresarse de todas las formas posibles y ser interpretado de la manera más errónea o correcta.

Yo creo en el amor; no lo tengo actualmente en mi vida -al menos no de la manera romántica- pero sí creo en él. Lo he cantado en las más hermosas canciones, lo he sentido al ver una buena película, lo he imaginado con los mejores libros pero más importante aún, lo he visto.

Son contadas las ocasiones en que lo he visto pero han sido suficientes para no perder la fe en el codiciado sentimiento; y es que de eso se trata todo: de fe, porque no es posible tocar al amor, no es posible palparlo y su existencia sólo se basa en la fe que tengas en que esté o no ahí. Nunca podrás saber si esa persona que te profesa e inspira amor es sincera (al menos que leas mentes), así que cada relación se reduce a un acto de fe por las palabras ajenas. Decidir confiar o no confiar va ligado al sentimiento que nace en el corazón y la certeza que este produce.

Sin embargo, el no tenerlo aún, hace que día tras día esa fe a lo intangible se pierda un poco más. No estoy dispuesta a aceptarlo en voz alta y lo más posible es que lo niegue fervientemente toda mi vida pero por ¡Dios! Yo quiero enamorarme con cada fibra de mi ser; perder la cordura -metafóricamente hablando- por una persona; delirar sólo por su compañía; sufrir en su ausencia; tomarlo de la mano y caminar por el parque presumiendo a los desconocidos esa unión que es una simple muestra de cariño, un mero simbolismo; quiero perderme en la mirada de alguien y olvidarme de todo al entrar en una burbuja personal al igual que en los libros; quiero que se me acelere el corazón sólo por un roce de labios; quiero ponerme nerviosa al oír su voz y que se me traben las palabras por el aturdimiento que su presencia me genera; quiero besar con pasión como en las novelas juveniles; quiero imaginar fuegos artificiales al cerrar los ojos por ese contacto; quiero enterrar los dedos en su cabello y estremecerme con cada caricia producida por esas manos que me harán perder el aliento; quiero estrenar el corazón con esos sentimientos que parecen de fantasía por como los describen e imposibles de conseguir con facilidad; anhelo que llegue ese instante de conexión cósmica al separar los labios tras el beso perfecto.

Quiero todo eso y más.

Aún así, la imposibilidad de ello acrecenta con cada día que pasa porque soy consciente de lo que soy y de quién soy.

Busco una historia de libro pero no soy una protagonista de libro; no soy la del cabello perfecto que se mece con el viento de la primavera; no soy la chica valiente y temeraria que arriesga todo por lo que desea; no soy la chica delgada a la que el protagonista levanta en los aires cuando tiene una victoria; no soy la de los ojos verdosos esmeralda que son únicos en su especie; ni tampoco la que resalta por usar ropa bonita o zapatos a la moda.

No.

Esa no soy yo.

Soy una chica que se oculta bajo una máscara de sarcasmo, ironía y sentido del humor. Eso es todo lo que me queda si miramos los atributos -físicos y emocionales- que la vida me dio.

Bajo varios kilos de más; el cabello reseco e inmanejable en climas cálidos; tras problemas de ansiedad e inseguridad; bajo la falta de concentración, poco carisma para los amores y unos padres sobreprotectores; estoy yo: Cinthya Anderson, la no protagonista de una historia de amor.

Bajo varios kilos de más; el cabello reseco e inmanejable en climas cálidos; tras problemas de ansiedad e inseguridad; bajo la falta de concentración, poco carisma para los amores y unos padres sobreprotectores; estoy yo: Cinthya Anderson, la no p...

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La no protagonista de una historia de amor •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora