T R E I N T A Y N U E V E

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Su piel usualmente de un pálido uniforme está casi traslúcida, la manta le abriga hasta poco más arriba del pecho y sus ojos cerrados le dan un aspecto de apacibilidad casi envidiable

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Su piel usualmente de un pálido uniforme está casi traslúcida, la manta le abriga hasta poco más arriba del pecho y sus ojos cerrados le dan un aspecto de apacibilidad casi envidiable. El corazón se me estruja al verlo acostado en su cama y esperar una sonrisa de su parte que sé que no va a darme, el llanto llega sin solicitarlo y sin pensar en nada más que en Adam. Me acerco a su cama y me arrodillo a la altura de su abdomen, alargo mi mano hasta su rostro y lo acaricio con el temblor de mi palma, pongo mi frente en su pecho y me permito llorar sin ser capaz de guardarme nada adentro.

—¿Por qué te fuiste tan pronto, abuelito...?

Desde el momento en el que me llamaron no lo creía y aun teniéndolo frente a mí, no puedo aceptar completamente que Adam se me haya ido. Su mueca es incluso similar a una sonrisa como si estuviera complacido de haber pasado al otro mundo y eso no me causa sino más llanto. Ver sus párpados que sé que ya no va a abrir más, tocar sus manos que no volverán a estrujar las mías y saber que no volveré a ver su sonrisa o escuchar sus consejos, me destroza. Acaricio su escaso cabello y le reprocho mentalmente por haberme dejado sola. Su piel aún está tibia al contacto.

—¿Qué voy a hacer sin ti ahora, Adam? ¿Quién me va a acompañar en mis errores ahora? ¡Te quedaban aún veinte años conmigo! —Mi vista se hace nula ante el mar que la envuelve, aferro con fuerza su mano y le doy un beso en el dorso y otro y otro. El dolor no merma, solo se hace más grande. De repente percibo una mano en mi hombro.

—Carito... —Es Carmen. No volteo, ni siquiera me muevo de mi lugar. Ella mece mi hombro de nuevo—. Carito...

—Déjame.

—Ya llegaron por él —informa.

Elevo mi vista hacia la entrada de la habitación y veo a dos hombres, posiblemente de la funeraria que vienen a llevarlo a su velación. Vuelvo a mirar a Adam que con su estado inerte parece decirme que está bien; beso su mano otra vez.

—Estaré pendiente de ti, abuelito.

Me levanto y veo cómo los dos hombres ingresan; no me siento capaz de ver cómo lo sacan así que camino hasta la ventana y espero a que ellos se vayan. El dolor se hace más profundo con cada segundo que pasa y llorar no parece ser suficiente para aliviar la sensación. Cuando la habitación queda sola, Carmen se acerca a mí.

—Lo siento mucho, Carito. —El nudo en su garganta se hace evidente aunque puede ser más de verme así que realmente por Adam; no es el primer abuelito que se va, ni el último—. Él te amaba más que a nadie.

—¿Qué le pasó? Yo vine hace unos días y estaba perfectamente... —Una nueva avalancha de lágrimas me impiden seguir. Carmen me toma cariñosamente la mano.

—Suponemos que tuvo un infarto. Él nunca se acuesta temprano pero hoy a las seis dijo que estaba cansado y se despidió de todos. Se vino a su habitación y le dimos sus medicamentos regulares. La enfermera pasó a hacer la revisión de rutina y lo encontró sin signos vitales.

La no protagonista de una historia de amor •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora