EXTRA

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Para mi padre.
Te fuiste muy pronto, pero siempre te recordaremos.

Debía irme pronto, mamá ya estaba despidiéndose de los cuatro o cinco abuelitos que disfrutaban estar con ella y su Biblia y me había dicho que me despidiera de Adam que estaba en su habitación

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Debía irme pronto, mamá ya estaba despidiéndose de los cuatro o cinco abuelitos que disfrutaban estar con ella y su Biblia y me había dicho que me despidiera de Adam que estaba en su habitación.
Tenía catorce años y ya consideraba a Adam como parte de mi familia. Subí las escaleras sintiendo el ondeo de la falda de mi vestido elegido por mamá y tras unos pasos llegué a mi destino. Toqué dos veces y Adam exclamó un «adelante», seguido de una ligera tos.

En teoría no se podía beber dentro del Hogar pero ya que seis años atrás su salud estaba mucho mejor, podía salir sin tanto problema y en cada festividad aprovechaba para tomarse sus tragos aunque ahora que lo pienso nunca me dijo con quién iba y jamás se lo pregunté tampoco. Entré y su aspecto me causó algo de gracia: sus ojos algo vidriosos por el poco licor que había consumido celebrando la llegada de un nuevo año y una sonrisilla de esas de paz y calma que casi todos tienen en estado de embriaguez. Acababa de quitarse su chaqueta y ya estaba colgada en la percha junto a su puerta.

En esa época, antes de mi estirón para llegar a mi estatura de adulta, lo veía mucho más alto que yo y con menos arrugas y mejor vitalidad.

—Apuesto a que ya vienes a despedirte —aventuró, sentándose en su cama y tambaleándose un poco—. Estás muy linda con ese vestido, Carito.

—Mi madre lo escogió.

—Lo suponía, tú te hubieras buscado uno más colorido.

Eso era lo que tanto me encantaba de Adam, que notaba esos pequeños detalles de mí y de mi forma de ser que los demás no. Y por "los demás" me refiero a mis padres que jamás tuvieron ese detalle de notarme más. Adam me conocía y me daba la importancia que no recibía en otro lado.

Me senté a su lado y puse mi mano en su rodilla, en esa cercanía pude oler ese aroma particular del alcohol que no es tan agradable.

—Venía a desearte un feliz año, Adam —dije. Adam sonrió—. Que este año tengas muchísima más salud y felicidad. Espero puedas ir a la celebración de mis quince años. Digo, quizás ni siquiera me hagan nada, pero quiero estar contigo ese día.

—Voy a estar y si no te celebran de alguna manera, te compro un globo y un pastel solo para los dos. —Tosió una vez y al recuperarse, hipó. Sonreí cuando su mano apretó la mía—. Los quince años son importantes, así como una graduación, un matrimonio o las ofertas en la sección de licores.

—En un par de años es mi graduación del colegio. Debes estar también allí —sentencié.

—En esa sí estaré.

—¿Cómo que "en esa"? —pregunté.

—Cuando te gradues de tu universidad y tengas el título de maestra, te veré desde el cielo y estaré igual de orgulloso que ahora —respondió. Reí, pensando que esa era otra de sus ocurrencias de siempre. Adam conocía mis sueños, mi vocación y apoyada cada decisión que tomaba.

La no protagonista de una historia de amor •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora