Emma apagó el despertador con varios golpes a ciegas. ¿Cómo había olvidado desactivarlo en fin de semana? ¡Sábado, por el amor de Dios! Nadie debería despertarse un sábado a las cinco de la mañana. Inspiró hondo, sabía que no podría volver a dormir así que decidió levantarse, quizás iría a correr un poco antes de su dosis diaria de estudio.
Las horas pasaron lentamente y Emma no podía dejar de pensar en el día de ayer. Pasar la tarde con Nick había sido bastante agradable. Hacía mucho tiempo que no reía tanto o se sentía tan cómoda en compañía de alguien más. Esas horas junto a él le hicieron pensar en su vida en Italia, en lo mucho que extrañaba a su mejor amiga Alessandra y a Carlota también, tantos años de amistad.
Desechó la nostalgia de la mejor manera que sabía, llamando a Alessandra. ¿Qué novedades tendría? ¡Esperaba que siguiera siendo tan feliz como la última vez! ¿Y qué había sido de Carlota? Las últimas noticias que había escuchado era sobre su tercer compromiso, ¡con el mismo hombre! ¿Cuándo se decidiría de una vez?
Tras colgar, el insistente sonido de su celular le llamó la atención. Arqueó una ceja y se acercó para contestar. ¿Becca?
–¿No es muy temprano para una fiesta? –interrumpió la lluvia de palabras de su amiga. Escuchó al fondo otra vez muy familiar–. Ah, Rachel está contigo.
–Sí, es que ya que el día está tan hermoso decidimos adelantar un poco la fiesta con una comida. ¿Qué dices? ¿En cuánto tiempo vienes?
–Ah, no sé –Emma observó a su alrededor. Tenía mucho que arreglar, aún debía terminar la lección de estudio del día–. Es que...
–¡Emma, debes venir! –esa voz era de Rachel– no puedes no venir.
–Sí que puedo –rió Emma ante el bufido de Rachel–. Chicas, no soy una entusiasta de las fiestas y...
–¡Aquí no puedes decir eso! –chilló Becca, arrebatándole el teléfono a Rachel– ¿verdad que vienes? ¡Nos encantará tenerte aquí!
–No quiero ser mala amiga pero me cuestiono sus motivos para tanta insistencia –espetó Emma suspicaz y el silencio abrupto le confirmó lo que sospechaba–. Aja, quieren saber más de los chicos.
–¿Te imaginas la gran historia que será? ¡Emma, si tan solo decir que Nick Wright me invitó a un café, fue increíble!
–Sé que no cederán hasta que vaya –suspiró Emma con impaciencia– así que díctame la dirección y estaré ahí lo más pronto posible.
–¡Gracias Emma! –gritaron al unísono, lo que hizo que Emma supusiera que tenían puesto altavoz– no vayas a tardar demasiado.
–Claro que no, no saben lo entusiasmada que estoy –murmuró con ironía. Las chicas rieron– pero voy.
–Sabemos que vendrás –afirmó Rachel y se despidieron.
Emma puso en blanco los ojos y miró a su alrededor. ¿Qué iba a hacer? No, mejor. ¿Qué iba a ponerse? Suspiró. ¿Hace cuánto tiempo no se preguntaba eso? Algo le estaba sucediendo, últimamente parecía estar siendo más y más superficial.
No era como si antes no le hubiera gustado vestir bien y arreglarse. Lo hacía, pero moderadamente. Su apariencia no importaba demasiado frente a lo competente que debía ser en el trabajo que hacía. Así que de un segundo plano hacía varios años ya, no entendía por qué de pronto parecía tan relevante. Bueno, no tan de pronto. Desde hace un par de horas... o días.
Se pasó una mano por el cabello y frunció los labios. ¿Qué se suponía que le estaba sucediendo? ¡Ya debía dejar de pensar en idioteces! Estaba ahí para estudiar. ¡Estudiar! No le interesaba nada más... no demasiado, al menos.
Vistió una blusa sencilla con unos shorts oscuros. Hacía mucho tiempo que no vestía nada así, pero el calor era realmente insoportable. ¿Cuánto faltaba para el otoño?
Al mirarse al espejo, pensó que quizás era demasiado informal. Sin embargo, había visto a muchas chicas vestidas así y... no. Decidió cambiarse. Nuevamente frente a su reflejo, chasqueó la lengua y volvió a su atuendo original.
Ni pensar en detenerse a mirar nuevamente o sabía que se arrepentiría.
Una hora más tarde, Emma maldecía para sus adentros la ropa elegida. ¿Por qué ese día justamente ella debía escoger un cambio de look? ¡Era horrible!
Observó su auto, detenido a orilla de la carretera mientras esperaba por una grúa que sabía no vendría. ¡Era sábado! Y rayos, pudo verse claramente atascada ahí por horas. A menos que llamara a Rachel y Becca, para que fueran por ella. No, eso ya lo había hecho. El problema era que no contestaban. ¿Dónde demonios habían dejado sus celulares? ¿Por qué no contestaban?
Inspiró hondo, intentando no fruncir más ferozmente el ceño. Necesitaba ayuda y la necesitaba ya. ¿Quizá si intentaba cambiar la llanta? ¡Ah sí, dudaba que fuera la llanta! Parecía algo del motor, en realidad. ¿Por qué no había atendido a las clases de mecánica? ¿Al aprender a conducir si le habían dado unas, verdad?
No tenía idea. Y no sabía por qué estaba divagando sobre ello. Tenía que pensar en una solución. Una solución. O, más bien, un rescate.
Se mordió el labio con fuerza, retorció sus manos mirando el celular que había dejado en el asiento del pasajero de su auto. Marcó antes de arrepentirse.
***
Nick negó lentamente, con una intensa diversión bailando en sus ojos verdes. Esto tenía que parar, sabía que era lo más lógico.
–Vamos, Nick... –Abby pestañeó repetidamente– ¡sé que mueres por decir que sí!
–No voy a negar que... –Nick sonrió ampliamente– lo siento, pero...
–¡Nick! No seas así –la chica rubia pasó sus dedos lentamente por el brazo de él– ¿qué te cuesta venir conmigo? ¡Un fin de semana!
–Abby, por favor –él inspiró hondo y se apartó. Era muy bella, pero hace mucho que había dejado de ser interesante–. ¿Cuánto tiempo estarás por aquí?
–Un par de días –se encogió de hombros– solo he venido por una campaña.
–Ah, ¿sigues siendo modelo? –preguntó distraído.
–Sí, lo de ser actriz no me gustó demasiado –justificó sonriendo– aunque me encantó actuar a tu lado.
Nick asintió, recordando el día en que la había conocido. La primera actuación de ella y la última, no se le daba demasiado bien y los productores tuvieron que hacer algo al respecto. Lucía estupenda en pantalla, pero ¿actuar? No, no estaba entre sus muchas cualidades.
–Lo recuerdo –Nick rió divertido y ella cruzó sus brazos en gesto ofendido–. Lo siento, es que aquella escena...
–¡No me lo recuerdes! –Abby rogó cerrando los ojos con fuerza–; ahí lo decidí, odio los deportes extremos.
–Ahí termina todo lo que podríamos tener en común –bromeó Nick. Abby lo abrazó, decepcionada–. Abby, es que yo...
–Ven a comer conmigo, Nick. Nos divertiremos, lo prometo.
–Está bien –cedió Nick, pues habían sido tres horas de insistencia y él tenía bastante hambre ya. Ni bien pronunció aquellas palabras y Abby sonrió satisfecha, su celular empezó a timbrar–. Debo atender –se disculpó.
Dio unos cuantos pasos y no podía creer quién lo llamaba. ¿Emma? ¿Le pasaría algo?
–¿Emma? –Nick contestó y ella habló con demasiada rapidez, parecía un tanto agitada– ¿estás bien?
–Nick, necesito que me ayudes –pidió, agotada–. He estado una hora aquí, intentando salir y ¿podrías venir por mí? Le ha pasado algo a mi auto.
–Claro que sí, Emma. ¿Dónde estás? –preguntó, olvidando a su cita por completo.
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Definitivamente amor
RomanceUna razón válida para no asistir a un matrimonio debía ser la circunstancia en que Emma se encontraba. Hacía un par de meses había conocido al hombre perfecto... el mismo que se casaba aquel día, absolutamente enamorado por supuesto. Y no con ella (...