Recorrieron las estancias una a una mientras Nick le narraba a Emma un par de historias sobre el valor simbólico de los objetos que decoraban la casa. Rieron varias veces y se fastidiaban el uno al otro, emocionados como si fueran unos niños a los que les habían dejado solos en una gran casa para explorarla.
–¡Oh esto sin duda es maravilloso! –alabó Emma un hermoso óleo que Nick conservaba en una habitación– ¿es parte de tu herencia familiar?
–¿Conoces de arte? –arqueó una ceja impresionado. Emma sonrió.
–No mucho –encogió un hombro– un pequeño pasatiempo.
–¿Ah sí? ¿Qué otras sorpresas me esperan contigo? –exclamó Nick y se acercó a tomarla entre sus brazos. Emma rió divertida.
–¡Bájame Nick! –pidió entre risas–. ¡Nick! –insistió, pero en lugar de continuar, elevó su rostro y besó a Nick por largo rato. Él dejó de dar vueltas y tras varios minutos la depositó en el suelo.
–¿Sabes que a cada instante me gustas más y más? –acarició su rostro con reverencia–. Eres increíble, Emma.
–Ay Nick –suspiró–. Vamos, que aún nos faltan las habitaciones del final del pasillo.
–Sí, esta es la de huéspedes –indicó hacia la puerta y la abrió– nada demasiado interesante y –giró hacia el otro lado– esta es mi habitación. ¿Vienes?
Emma esperó que Nick abriera la puerta y le permitiera pasar. Observó la habitación sobriamente decorada y con un toque desenfadado que le daban algunos detalles. Era tan apropiada para Nick. Podía verlo ahí, paseando mientras memorizaba sus diálogos, sentado en el sofá mirando por el gran ventanal o recostado en la enorme cama que dominaba el cuarto.
–Tienes un gusto impecable, Nick –sonrió Emma– me gusta tu casa. Es realmente...
–¿Sí? –Nick tomó la mano de Emma y la atrajo hacia él– ¿te gustaría ver algo más o ha sido suficiente por hoy?
–Suficiente –habló Emma con dificultad–. Nick, sabes que te amo y...
–Lo sé –sonrió Nick y bajó su cabeza para besarla– ya lo sé.
Nick la condujo con delicadeza por la habitación, sin dejar de besarla y cayeron en la cama riendo porque habían tropezado.
–Eso no ha sido nada romántico –se lamentó Nick entre risas– ¿sabes lo maravillosa que eres Emma?
–Si continúas diciéndolo, hasta lo creeré –dijo Emma y giró en la cama, para colocarse sobre Nick– ¿sabes lo mucho que te amo?
–Solo diré que no para que me lo digas, ¿sí? –bromeó Nick y dejó que Emma lo besara–. No puedo esperar para la boda.
–Yo tampoco –Emma apoyó la cabeza en el hombro de Nick, sofocando un bostezo–. Te amo, Nick.
–Y yo te amo Emma –susurró Nick y escuchó como Emma suspiraba, antes de que su respiración se hiciera regular y se quedara profundamente dormida.
Los primeros rayos del sol se filtraban en la habitación por un gran ventanal que tomó absolutamente desprevenida a Emma en cuanto abrió los ojos. Intentó pensar en dónde estaba y al girar su cabeza se encontró con Nick a su lado, dormido y con la mano apoyada en su cintura... ¡totalmente vestido!
Y ella también lo estaba, notó al verse a sí misma con su vestido arrugado por debajo de la manta que los cubría. ¿Se había quedado a dormir ahí? ¿Con Nick?
Habían estado riendo en la cama, ella lo había besado y de pronto sintió como el cansancio se apoderaba de su cuerpo. Después de todo, habían sido dieciocho horas seguidas de guardia y estaba agotada, por eso había dudado en aceptar la invitación de Nick. Sin embargo, se alegraba de haberlo hecho. Había sido una noche maravillosa y ahora despertaba a su lado. Sonrió al mirarlo dormido, con aquel gesto infantil característico en él, tan feliz y en paz. Indudablemente, era guapísimo y era suyo.
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Definitivamente amor
RomansaUna razón válida para no asistir a un matrimonio debía ser la circunstancia en que Emma se encontraba. Hacía un par de meses había conocido al hombre perfecto... el mismo que se casaba aquel día, absolutamente enamorado por supuesto. Y no con ella (...