Nick y Emma pasearon por los jardines de la casa de los abuelos de él. Era espaciosa, con grandes extensiones de pasto verde y un pequeño arroyo que circundaba la propiedad. Una fresca brisa se extendía mientras los rayos del sol del atardecer bañaban sus rostros.
–Esta era la casa de verano –exclamó Nick y Emma giró su rostro hacia él– la mayor parte del tiempo vivíamos en la ciudad, pero me encantaba pasar aquí mis veranos. Cuando el abuelo dejó de trabajar, decidió vender aquella casa y trasladarse a vivir aquí. Para esos días, yo había tomado mi camino –recordó.
–¿Te arrepientes de esa decisión? –inquirió Emma con curiosidad. Nick negó–. Pareces algo... triste.
–No, creo que es nostalgia nada más –se encogió de hombros– la vida era mucho más sencilla. Y tenía privacidad –agregó.
–Oh sí, una gran dificultad a considerar.
–Bueno, supongo que todos los trabajos tienen su "pero" –restó importancia Nick–. Ven, debes ver esto –tomó la mano de Emma para llevarla consigo, prácticamente corriendo para internarse en un bosque cercano.
–¿Estás seguro que debemos estar aquí? –Emma miró a su alrededor. Las grandes copas de los árboles prácticamente ocultaban la luz del sol–. ¿Nick?
–La vista del arroyo cruzando... mira –señaló más adelante. Emma miró sus manos aún unidas antes de clavar sus ojos en el lugar que Nick le mostraba. Parecía un niño, con aquel entusiasmo tan infantil y característico de él. Le fascinaba la manera en que él parecía lograr sorprenderse por las cosas más elementales...
Y lo vio. Realmente era una imagen salida de un cuento de hadas. Los tenues rayos del sol del atardecer tornaban el agua pacífica del arroyo de un curioso color naranja, como si la luz viniera del interior de la tierra que estaba debajo. Era hermoso. Era lo mejor del mundo solo porque estaba de la mano de él. Nick.
Desvió la mirada hacia su rostro. Aquel perfil tan familiar ahora. Nick también giró hacia ella y se quedaron clavados el uno en los ojos del otro por varios segundos. Y, Emma nunca sabría que ocurrió con exactitud (bueno, la razón de lo que ocurrió en realidad) pero supo lo que tenía que hacer. Lo que quería hacer. Besar a Nick.
Y lo hizo. Realmente, se puso de puntillas, pasó sus brazos por el cuello de Nick para atraerlo hasta ella y besarlo. Como si fuera lo más natural del mundo.
Si bien Nick no había esperado eso, lo había deseado. Y no tardó en besar a Emma con dulzura y pasión, con todo lo que sentía crecer desde hacía meses o, quizás, años. No entendía lo que sucedía y no sabía si se suponía que debía entenderlo. Tal vez, solo debía sentirlo. Solo sentirla. A ella. Emma.
Emma se separó y clavó sus ojos en el suelo, sintiendo como sus mejillas enrojecían por lo que, ahora comprendía, había hecho. Había besado a Nick. ¡Lo había besado! Ella, no él, ¡¡ella!! ¿Cómo había sucedido aquello? ¿Qué iba a pensar él? Bien, no la había separado, eso habría sido más humillante aún, pero tampoco...
–Emma –Nick habló con suavidad– mírame –pidió y ella inspiró hondo– ¿Emma?
–Nick, yo... –Emma lo miró y olvidó lo que iba a decir. No había ni un rastro de burla en sus ojos verdes. No, quizás un poco de diversión pero no era algo fuera de lo común. Y, mayormente, sus ojos contenían algo nuevo, diferente. Cálido–. Nick...
–No quiero incomodarte Emma, pero ya que tú empezaste –Nick pasó su brazo por la cintura de ella y la estrechó contra sí– ¿podríamos continuar? No había que detenernos, ¿sabes?
–¡Nick! ¿Cómo puedes decir algo así? ¡Yo no...! –protestaba Emma, sin embargo él se limitó a sonreír, bajar la cabeza y besarla largamente– hum...
– ¿Hum... sigo? –murmuró Nick contra sus labios y la volvió a besar– o hum... ¿más? –rió divertido y la estrechó en sus brazos–. Emma, antes parecía que no te ibas a detener ante nada para decirme todo lo que querías y ahora no dices nada más.
–Es... – apoyó la cabeza en el pecho de Nick– ya no sé lo que quería decir o la razón de por qué estaba protestando. Quizá porque no lo entiendo.
–Yo tampoco –concordó Nick– aunque no me importa demasiado. ¿No te parece que podemos tomarlo con calma?
–¿Qué podemos tomar con calma? –preguntó Emma incrédula.
–Esto –Nick apartó sus brazos y abarcó el aire entre ellos– ¿no pretenderás decir que tú no lo sientes?
–No, claro que no –suspiró encogiendo sus hombros– sería idiota decirlo cuando te he besado.
Nick rió y la besó en la frente. Por eso le encantaba Emma. Siempre tan directa, tan sorprendente y tan... ella. Incluso con él, con quien las personas tendían a actuar diferente, imaginaba por su "fama", ella no. Emma nunca había actuado. Siempre había sido ella misma.
–¿En qué estás pensando? –Emma preguntó nerviosa– necesito que me lo digas Nick, porque la ansiedad me está matando y no sé qué es lo que tú piensas y...
–Me encantas –soltó Nick con sencillez. Emma sintió como su boca se deslizaba por la sorpresa–. ¿Qué? Tú has pedido que te dijera lo que estaba pensando.
–¡¿Eso estabas pensando?! –exclamó y él asintió– ¿lo dices en serio? –Nick volvió a asentir. Emma negó levemente–. No sé qué decir.
–Una buena opción sería –Nick carraspeó y se aclaró la voz– "también me encantas, Nick" o, por supuesto "estoy loca por ti, Nick".
Su tono dramático y fingido de voz hizo que Emma, contra su voluntad, riera divertida. Nick le pasó un brazo por los hombros y sonrió.
–¿Volvemos a la casa? –inquirió y Emma asintió, dejándose guiar por él de vuelta a la casa de sus abuelos.
Al día siguiente, muy temprano por la mañana, Nick y Emma se despidieron de los abuelos de Nick para regresar a sus vidas normales en Los Ángeles. Evitaron, inconscientemente, el tema del beso y prefirieron continuar como amigos. O al menos eso era lo que Emma había pensado que sucedía.
Solo que, al despedirse de Nick, él pidió que cenaran juntos porque debían hablar. Al parecer, Nick tenía otros planes y no sabía por qué razón aquello inquietó a Emma.
A las ocho de la noche, Emma timbró en la casa de Nick. Él abrió, dejándola pasar y tomando su chaqueta para que estuviera más cómoda. Emma lo siguió hasta la cocina, levantándose del sofá que él le había indicado.
–¿A dónde vas? –preguntó Nick con curiosidad.
–¿A dónde? Contigo... ¿a la cocina, supongo?
–¿Por qué? –él se cruzó de brazos frente a ella.
–¿Por qué? –Emma lo miró sin entender– ¿por qué no?
–Porque eres mi invitada, Emma –Nick negó con un movimiento de cabeza cuando ella empezaba a protestar– lo eres. Ve a sentarte mientras yo dejo todo listo para nuestra cena.
–¿Por qué...? –inició una pregunta Emma que fue interrumpida por la mano de Nick, que se apoyó en su codo y la dirigió hacia la sala. Ella puso en blanco los ojos pero fue a sentarse. Cruzó sus brazos con fastidio, no le gustaba estar sin hacer nada.
No había transcurrido ni un minuto cuando una llamada entró a su celular. Era Becca, urgiéndola a prender la televisión a la vez que la interrogaba por su paradero el fin de semana, porque no había contestado ninguna llamada. Suspiró, sin entender demasiado lo que decía.
–Nick –gritó para que la escuchara– ¿puedo prender tu televisor? Aparentemente hay algo que tengo que ver.
–Sí, claro. El control remoto está en la mesita, junto al teléfono –contestó.
Emma esperó que encendiera, sintonizó el canal que Becca había insistido y esperó. Unos segundos después, sintió como su boca se abría con sorpresa, sus manos sostuvieron frenéticamente el control para encontrar el volumen y poder escuchar.
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Definitivamente amor
RomansaUna razón válida para no asistir a un matrimonio debía ser la circunstancia en que Emma se encontraba. Hacía un par de meses había conocido al hombre perfecto... el mismo que se casaba aquel día, absolutamente enamorado por supuesto. Y no con ella (...