Emma retuvo el aliento por un largo instante hasta que pudo soltarlo. Lo necesitaba. Detenerse, por un momento nada más. Aquel día en la clínica estaba siendo una locura. Y –miró su reloj– aún le quedaban tres horas de guardia. ¡Tres horas!
Cerró los ojos y contó hasta diez. Se pegó una sonrisa artificial en el rostro mientras repasaba el historial médico que le habían entregado. No tenía la menor idea del paciente al que atendería. ¿No se suponía que esto había terminado al graduarse de doctora? Al parecer, no. Se sentía como si fuera médico general y eso no le gustaba.
–¿Por qué tan molesta? –una risueña voz la sacó de su ensimismamiento. Emma puso en blanco los ojos antes de mirarlo con resolución–. ¿Qué?
–Tú ya dejaste esto atrás –abarcó con sus manos– por eso te estás burlando de mí, Mike, ¿cierto?
–¿Burlándome? ¿Yo? –inquirió con demasiada inocencia y Emma entrecerró sus ojos–. Está bien, solo quería ver como lo manejabas.
–Por supuesto –Emma ladeó el rostro–; déjame adivinar, dejaste tu unidad y pasaste casualmente por aquí, descubriendo que es mi lugar.
Después de un mes de que hubiéramos salido por última vez –añadió Emma en su mente, pero no llegó a decirlo. La verdad, no sabía qué era lo que había salido mal, sin embargo Mike no había llamado. Bueno, de hecho sí lo había hecho, pero no volvieron a quedar. Aunque era demasiado pedir, imaginaba. Él era... bueno, de esos hombres que no ponían atención a una sola mujer demasiado tiempo.
–¿Emma? –llamó Mike por tercera vez antes de que ella pestañeara repetidamente y lo mirara– ¿estás bien?
–Cansada –esbozó una leve sonrisa– iré por un café antes de atender al siguiente paciente –se excusó para terminar la conversación.
–Espera –Mike asió su brazo– voy contigo.
–Ah, claro –Emma se encogió de hombros y caminó con Mike a su lado. No pudo evitar notar que muchas miradas se fijaban en ellos. Debían hacer una extraña pareja, suponía. Él tan guapo y seguro de sí mismo. Ella tan... bueno, tan ella.
No era interesante. Ni siquiera era guapa. Era una mujer común. Simple. Solo ella.
–Creo que hoy no es mi día de suerte –comentó Mike y Emma arqueó las cejas en una pregunta muda– he intentado charlar contigo pero parece que no logro captar tu atención en lo absoluto. ¿Debo sentirme ofendido?
–No, claro que no. Disculpa –Emma carraspeó– es el cansancio.
–Sí, ya lo creo –murmuró Mike, claramente incrédulo.
Emma pidió un café cargado y lo removió lánguidamente, antes de beberlo lentamente. Mike continuaba a su lado, sin decir demasiado. Emma se preguntó qué era lo que quería decir y no decía.
–Emma –la retuvo al despedirse. Emma fijó sus ojos castaños en él– ¿saldrías conmigo?
La tomó por sorpresa. No había esperado aquella pregunta nuevamente. Intentó pensar rápidamente en una respuesta, o excusa, lo suficientemente aceptable no obstante no halló ninguna. Simplemente asintió.
–Excelente –Mike tamborileó sus dedos contra el costado– ¿te llamo?
–Sí, me llamas –Emma no pudo evitar una nota de hastío en sus palabras. Pero es que no lo entendía. Eso no era nuevo, por supuesto. Era un hombre y esa parecía ser, generalmente, una razón lo suficientemente buena para no entender a alguien.
Dos semanas más tarde, Emma paseaba por el pasillo, recordando la invitación de Mike. ¿Lo habían disfrutado cierto? Sí. ¿Habían reído? Sí. ¿Habían hablado de volver a salir? Sí (de hecho, él lo había mencionado). ¿La había llamado? No.
No lo entendía. Definitivamente, no lo entendía. ¡Hombres!
Suspiró con irritación. ¿Cómo se suponía que debía actuar? No tenía la menor idea. Y recordar lo que Nick le había dicho al transcurrir una semana sin noticias de Mike, solo lo había empeorado todo.
–Es que Mike es...
–No, no hay excusas –Nick negó rápidamente– un poco más lento y empezarán a retroceder en su... relación –completó dudoso.
–¡Ja! Mira quién lo dice. Solo porque tú vayas a la velocidad de un rayo en relacionarte no significa que todos debemos...
–¿Qué yo qué? –Nick chasqueó la lengua–. Eso no es cierto. Yo no...
–No. Tú, sí –Emma afirmó con vehemencia.
La verdad es que Nick no era un referente en relaciones. Al menos, lo que le había dicho, no tenía razón de ser ahora. Quizás antes. Antes de tratarlo, inclusive.
Los meses que habían sido amigos, Nick no había salido demasiado. Ni siquiera poco. Sus salidas eran prácticamente nulas y eso la tenía desconcertada. Y más de una vez, aunque no quisiera admitirlo, se preguntaba si no ocultaba algo más.
Como por ejemplo una novia. Su propia Christie. O, en otras palabras, la Christie de Dante, pero en la vida real. Vicky, la chica de Nick. ¿Lo sería?
Él lo había negado rotundamente la primera vez, aún lo recordaba. Sin embargo, otras veces que lo había interrogado, muy sutilmente claro, Nick se había reído abiertamente. Sin negarlo.
¿Estarían saliendo? No lo sabía. ¿Le interesaba? No era eso precisamente... solo, no entendía por qué, si ese fuera el caso, Nick se lo ocultaría.
O, quizá solo estaba desvariando por el cansancio. Lo que, pensándolo bien, era lo más probable ya que no entendía por qué había pasado de Mike a Nick.
–¿Diga? –contestó el teléfono que había timbrado.
–¡Emma! –Nick habló risueño.
–¿Cómo estás, Nick? ¡Qué milagro escucharte!
–¿Milagro? Estás muy ocupada últimamente Emma, ¿no?
–¿Yo? Tú estás muy ocupado, Nick.
–Y yo que pensé que me estabas evitando.
–Nick, ¿cómo puedes pensar...? –Emma bufó–. Claro que no.
–¿No? Bueno... –Nick soltó dudoso– en ese caso, creo que no me disculparé.
–¿Pensabas disculparte? ¿Por qué? –preguntó sorprendida.
–No lo sé. Pensé que sería lo mejor si estabas enfadada conmigo.
–¡Por Dios! ¿Ibas a disculparte sin saber por qué? –rió Emma.
–Si fuera necesario, sí –habló con despreocupación Nick. Emma podía jurar que si cerraba los ojos, observaría con claridad los ojos verdes de Nick llenos de diversión, juguetones y brillantes.
–Te acabas de convertir en el hombre ideal –exclamó Emma riendo– si puedes pedir disculpas solo porque sí, creo que no necesitaría nada más.
–Eso me halaga, indudablemente –Nick sonó pensativo–: Emma, yo no quise...
–No importa ya. Mike no ha llamado, de cualquiera manera, así que no es como si no tuvieras razón.
–Ah, lo siento.
–¿Sí? ¿Y por qué suena como si no lo sintieras en absoluto?
Porque no lo hago –pensó Nick. No lo sentía. De hecho, se alegraba que Mike no hubiera llamado a Emma. No lo conocía, pero sabía que él no era para ella. Simplemente no. Emma necesitaba alguien más, alguien diferente. Como... ¿él?
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Definitivamente amor
RomanceUna razón válida para no asistir a un matrimonio debía ser la circunstancia en que Emma se encontraba. Hacía un par de meses había conocido al hombre perfecto... el mismo que se casaba aquel día, absolutamente enamorado por supuesto. Y no con ella (...