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Narra Paris

A los Ren siempre nos había gustado pasar tiempo en familia y viajar durante las vacaciones. Lo qué no esperaba es que fuéramos a ir a una casa en medio de una playa desierta.

El verano había llegado a Florida. Los días eran soleados y calurosos, tal y cómo lo habían sido años anteriores: los niños jugaban en las calles, los parques llenos de color y abundantes fiestas.

Mi padre, William, un importante abogado de Florida, decidió que era buena idea ir al oeste del Estado a pasar el verano. Daba pequeños golpecitos en la ventanilla, exasperada. Yo quería pasar mi verano en Miami, con mis mejores amigas pero no, ¡es mejor ir a un lugar en el que no hay humanidad! Me interesaba la idea, pero prefiero estar con mis dos mejores amigas.

—¿Puedes dejar de hacer eso? —Dice mi madre molesta.

Resoplo y dejo de hacerlo, mamá es una persona dulce, amable y tan buena, pero si se enfada se convierte en Satanás. Luego estaba mi hermana Sydney—Oh sí, mis padres decidieron ponernos nombres de ciudades importantes— canturreando cosas sin sentido, a los doce años era una niña bastante espabilada para su edad. Era lo contrario a mí, era despreocupada, gruñona y bromista. Y a veces muy molesta.
Yo era más astuta, espontánea y más cariñosa en ese sentido.

—¿Cómo se llama a dónde vamos? —Pregunta mi hermana.

—Iremos al sur del condado de Palm Beach cariño, estaremos en unos pequeños bungalows de una playa llamada Sanibel Beach —Le aclara mi madre y rodeo los ojos.

—Sí eso lo consideras lugar...—murmuro.

—¿Qué dijiste Paris? —Inquiere la sargento.

—Nada —Respondí rápido y volví mi mirada a la ventanilla.

A las dos horas después llegamos a un aparcamiento alejado de la playa. La brisa marina invadió mis sentidos provocando un escalofrío en mi cuerpo. Mientras caminamos por un camino de tablas de madera divise varias casas. De un pequeño tamaño, había una blanca, azul cielo y una color marrón oscura.

—¿Vamos a pasarnos todo el verano ahí? —Señalo con la mano y papá asiente— ¿Acaso entramos los cuatro en esa casa? —Interrogo.

—No quiero más preguntas y quejas, Paris. Verás que te encantará —Responde él y pongo los ojos en blanco.

Mamá saco las llaves de su bolsillo y las metió en la cerradura en la casa de color azul cielo.
Entramos los cuatro y pose mi maleta en el suelo.

Wow.

Era una casa muy acogedora, una pequeña cocina pero bien distribuida, dos baños pequeños pero espaciosos, una salita de estar al lado de la cocina que era abierta con una isla en medio y dos cuartos.

—¿Compartiremos cuarto? —Pregunto Sydney frunciendo el ceño.

—Sí, cielo. Pero las camas son literas por lo que tenéis bastante espacio —Asegura mi madre.

Dejé las maletas en mi cuarto, decidí que mañana desampacaría todo, me di una ducha rápida ya que estaba cansada del viaje. Me dejé mi largo pelo suelto— qué aún dudaba de su color— me puse una blusa de color menta y unos shorts vaqueros, demasiado rotos para el gusto de mi padre.

—¿A dónde vas?

—A ver el atardecer —Respondo a mamá con media sonrisa.

—Vale, ten cuidado. Antes de las diez te quiero aquí —Asentí y salí por la puerta.

Respire profundamente, me quite las sandalias y los dedos de mis pies alcanzaron la suave arena. La brisa alborota mi cabello bicolor, pues nunca supe si decir que era rubio o castaño claro. ¡Es horrible no saber el color de tu propio pelo! Caminé hasta no llegar a la arena mojada de la orilla, y me senté, crucé mis piernas y escuchaba el sonido de las olas ir y venir. Me encantaba la playa y la sensación de tranquilidad qué me daba.

Bad Decisions «Duff McKagan» ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora