Destruido (Extra)

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Narra el Autor

Al momento de dejar Plaza Venezuela una sonrisa se dibujó en el rostro de aquel hombre que una vez fue un temible demonio. Uno que en el pasado asesinó, instó al suicidio, mintió y destruyó a muchísimos humanos.

Pero también amó, perdonó, ayudó y protegió a otros muchos. El ahora llamado Juan, miró como el chico se fue corriendo y empezó a ver un montón de ráfagas blancas y puras rodearlo, en definitiva había logrado la redención y todo gracias a ese hermoso chico de ojos azules.

—Cumplí mi promesa, mi amor —Soltó al aire de repente manteniendo su sonrisa pero dejando escapar una rebelde lagrima que se colaba por sus mejillas. La seco y miró al cielo —Y lo seguiré haciendo hasta el día en el que ÉL me permita volver contigo —Finalizó poniéndose a caminar. Recordando todos los momentos junto a su amada.

Una profesora llamada Beatriz Bermudez. Hermosísima en la opinión del hombre -la mujer más perfecta de todas- había dicho una vez. Un ángel caído del cielo, amable, dulce y tranquila. Lo enamoró con su paciencia y su fe, tan puras como su semblante. Le enseñó el arte de perdonar. Vivió tantos años de felicidad junto a ella, hasta el día de su parto, en el cual perdió la vida para traer a este mundo a su segundo amor, su hija Bianca Rodriguez. Por la que todos los días vivía y sonreía. Esa pequeña ahora tenía 18 años, era la viva fotografía de la mujer. Juan la amaba y protegía de todo, incluso esta le reclamaba por su sobre protección, pero simplemente no podía dejar que su tesoro fuese dañado.

—Es muy bondadoso ¿No te parece? —Una voz de anciana lo hizo parar.

Se giró sonriendo con malicia.

—Más de lo que le gusta admitir, si —Le contestó el profesor sonriente a la mujer que veía hacia donde se había marchado el chico.

—Me gusta cuando hay humanos tan hermosos como él —Respondió y el adulto entendió que hablaba de Marcus —Tan puros y con tanto amor que hacen que ustedes vuelvan. Por personas como él fue que mande a mi Hijo a morir —Terminó suspirando.

El profesor sonrió.

—Esa fue una buena jugada —Le dijo Juan sonriente y la anciana, quien una vez habló con Christopher fuera de un bar de mala muerte le regreso el gesto.

—Si, lo hice para compensar la existencia de ese otro grupo de humanos que dejan que sus demonios los dominen, haciendo barbaries.

—Su existencia es necesaria para poder fijarse en quienes son los que valen la pena.

La anciana miró dolida hacia el horizonte.

—Siempre he dicho, mi debilidad es el amor que siento por mi creación. No destruí a Satanas y ahora no lo hago con ellos. Lo único que me queda es sacar a los mas bondadosos y puros, para que no sufran tanto.

—Y transformarlos en muy buenos ángeles guardianes —Le acotó el hombre.

—No puedo dar excusas para las atrocidades humanas, pero si puedo ayudar a quienes la sufren y se acercan a mí para guiarlos, intentar sanar sus heridas.

—Como diría mi amada profesora —Dijo sonriente el hombre. —Al final todo se resume en un sincero acto de fe.

El profesor se inclinó en una reverencia y se fue sonriente de que Dios le hubiese hablado después de todos esos años de silencio, por haberlo traicionado.

Un Amor Inesperado (Por editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora