Capítulo IX. Declaramos la guerra

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Todos lloraban junto a la puerta. En los vidrios se podían ver claramente las lágrimas algo moradas, por el color del vidrio. De pronto, yo desperté, me empecé a mover lentamente, y luego abrí mis ojos.

-¿Dónde estoy? ¿Que hago aquí?- dije mientras me levantaba de la camilla.

-Rey supremo, ¿es usted?- preguntó uno.

-Em, si- respondí yo con los ojos medio cerrados y el pelo levantado por todos lados.

-¡Siii!- gritaron todos.

-¡Esto es un milagro!- exclamó el subgobernador mientras salía de la multitud.

-¿Que viste? ¿Cómo es el más allá?- preguntó uno de los doctores.

-No lo sé, yo solo vi algo blanco y muy brillante- respondí cerrando los ojos.

En ese momento me desmayé, pero eso era por no comer por varios días.

Por mientras, en la tierra...

Mi caso llegó hasta los periódicos y noticias, e incluso el FBI, la CIA y los creyentes en algunas otras cosas místicas, intervinieron en mi búsqueda.

-Esto es muy grave, ya han pasado 15 días desde que comenzamos a buscar- dijo uno de los policías a mi padre, quién ya no podía más.

Mi madre seguía en el hospital, e igual que yo, cayó en una camilla y estaba muy pálida, no había despertando en algunas semanas.

De vuelta en el planeta extraño...

-Mi majestad, Exiburn ha mandado muchos de sus más grandes misiles, y si no le das el planeta, ¡Nos matará para conseguirlo!- me dijo el subgobernador muy preocupado.

-Manos a la obra- dije yo mientras me hacía las mangas para atrás.

Y así fue, como comenzaría la gran guerra...

Continuará...

Un Universo no tan infinitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora