Capítulo 11

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Los jóvenes caballeros se encontraban entrenando como de costumbre en el coliseo, Fidan seguía molesta por la actitud de Aioria.

-Exagera bastante – Ann se dedicaba a atacarla mientras ella esquivaba – y no tiene porque.

-Claro que sí, es tu padre, debiste haberle avisado y pedido permiso.
-Le dije que tenía una vida y que no pensaba cambiarla por él.

-Pero tampoco le dijiste de que trataba esa vida, ni lo estas incluyendo.

-Él tampoco me incluye en la suya, además el antiguo patriarca fue quien me asigno ese trabajo.

-Pero el patriarca ya no es Kanon.

-¿Tú de qué lado estas? Y me permito recordarte que te estoy manteniendo con ese dicho trabajo.

-Del tuyo por supuesto, y ya sé que estás haciendo eso por mí, pero debes comprender en que situación y dilema se encuentran nuestros padres, lo entenderás cuando tengas hijos.

-Ni quien quisiera tenerlos.

-En estos momentos no pero…

-Y para colmo me despertó temprano y me mando a entrenar.

-Jóvenes guerreros – Shion los llamo y todos dejaron su entrenamiento al ver a su santidad acompañada de los caballeros dorados y un hombre de cabello blanco.

-Mierda… - Elena lo reconoció como el juez de la primera prisión.

-Su santidad – Adonis se reverencio seguido de sus compañeros.

-Elena, Camile prepárense, parten en una hora a su siguiente misión, la realizaran junto al señor Minos, juez de cositos, la primer prisión del Hades.

-¿Por qué nosotras? – Camile soltó sin más.

-Camile – Adonis reprendió a su amiga.

-Solo preguntaba.

-Ya veo a que se referían – Minos sonrió ampliamente y bajo hasta donde se encontraban – tú debes ser “Camila” – tomo un mechón del ondulado cabello y lo acaricio con cautela.

-Es “Camile”  - le retiro la mano de un manotazo.

-Ajá si eso, ¿Quién es Helena?

-Es sin “h”, solo Elena – desvió el rostro esperando que no se acercara.

-Me resultas vagamente conocida ¿nos hemos visto antes?

-No lo creo.

-Retírate la máscara, ambas.

-No veo el motivo – la gemela mayor se cruzó de brazos.

-Para esta misión deben llevar el rostro descubierto, es necesario.

-Mierda – volvió a blasfemar Elena y suspiro antes de retirar la máscara plateada de su rostro.

-Lo sabía, si nos conocemos – se acercó a ella y tomo su rostro de la barbilla mirándola a los ojos – nunca olvidaría esos preciosos ojos.

-Guarda las distancias con mi hija – Camus elevo su cosmos hasta lograr que la temperatura descendiera un poco.

-Y yo que creí que te haría feliz alcanzar un puesto tan noble como mi suegro, pero es muy joven para mí, aunque tal vez con mi hijo.

-No tengo intenciones de ninguna alianza con usted señor Minos – Elena congeló la  mano del juez quien la retiro con una sonrisa lobuna.

-Sigues igual de rebelde querida.

Los caballeros dorados: la generación sin armaduraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora