Capítulo 12

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-Camile yo acompañare al señor Minos y a la Señorita Perséfone, tu da aviso al santuario, algo debe de haber sucedido si nadie cuidaba de Rodorio.

-Elena tú debes ir a avisar, yo nos transportare utilizando la técnica de otra dimensión, esto es prioridad.

-Comprendo, suerte y un placer Señorita Perséfone.

-Señorita Elena el placer fue mío – una joven de cabello azabache con un largo que llegaba hasta la mitad de las piernas, ondulado y de aspecto sedoso, unos ojos de color verde como las esmeraldas, complexión delgada, una piel morena que encajaba perfectamente, Elena se reverencio.

-Nos veremos después querida Elena.

-Espero ese encuentro con ansias señor Minos – el juez se acercó y susurro en su oído para que solo ella escuchara.

-Espero que la próxima vez que te vea, la armadura que portes sea la verdadera – Elena se estremeció ante aquello.

-No prometo nada – partió rumbo al santuario.

Cerca de la entrada del Santuario Elena se detuvo.

-Ya puedes salir.

-Tan hábil como siempre dulzura.

-No estoy para tus juegos Feoras.

-Pues lastima, como sea te espero mañana en esta dirección – le entrego una hoja de papel con algo escrito.

-¿Por qué no te lo ahorras y me dices de una vez?

-No sería divertido y creo que lo que te diré te será de ayuda con lo sucedido hoy.

-Tú sabias que sucedería ¿Por qué no interviniste? Pudiste salvar muchas vidas…

-Mejor que nadie sabes que los Ángeles no podemos meternos en asuntos humanos, sobre todo en referente a los dioses y sus guerreros.

-¿Dioses? Quieres decir que ¿puede ocurrir otra guerra santa?

-Nunca he entendido el porqué de llamarle “santa” a la guerra de los dioses, me divierte bastante.

-Feoras – lo tomo de la camisa y se acercó peligrosamente – no juegues con mi paciencia, esto es un asunto serio y si puedes evitarlo hazlo.

-No tiene nada que ver conmigo, nos vemos mañana preciosa y ponte algo más decente que esas ropas de entrenamiento – se soltó del agarre y se alejó.

-Maldito Ángel.


-Llegamos – Camile los transporto a una especie de cueva rocosa.

-Perfecto, desde aquí yo me encargo, avísale a tus compañeros que fue un completo éxito la misión…

-Que impuntualidad – soltó una risa por demás melosa.

-¿Quién? – Minos se colocó Frente a Perséfone a manera de escudo.

-Permítanme presentarme, soy Leonora de Anfisbena – una joven de cabellos rojos y rostro cubierto por una máscara se apareció ante ellos.

-¿Una víbora? – Camile sonrió con burla.

-¿Víbora? Mira quien habla maldita bruja – un tic apareció en el ojo de la peli azul.

-Van dos veces que me dicen así y ya me están cansando.

-No bajes la guardia, por su armadura se ve peligrosa, no me suena de nada.

-No hace falta que lo digas, Minos lleva a Perséfone hasta donde se encuentra tu señor, yo me encargo.

-Como quieras.

-¿A dónde van? Me encargaron llevar el cadáver de esa mujer y es lo que pienso hacer – se abalanzó sobre Perséfone pero fue detenida por Camile quien le dio una patada en el estómago haciéndola retroceder.

-Tu oponente soy yo traga hormigas así que no te distraigas, un placer señora del inframundo, espero no verla tan pronto.

-Eso me desanima Camile, pero tampoco quiero que termines en el Hades tan pronto, Minos vamos.

-Si mi señora, Camile resiste un poco enviare ayuda y un placer.

-Como diga fósil degenerado – sonrió de lado.

-¿Traga hormigas? Eso te costara muy caro niña.

-Tú me dijiste bruja así que estamos a mano – Camile observo atenta, la armadura color rojo que portaba su enemiga, dos cabezas de dragón en los hombros, garras con apariencia afilada en las manos y pies, faldón y pechera, una diadema, no se veía muy atemorizante pero debía tener cuidado – Lobo – la armadura de Lobo cubrió el cuerpo de Camile – ahora sí, veamos qué tan fuerte eres.

-Lamentaras tu traición bruja.

-Debes estar confundiéndome, no te había visto en mi vida ¿a quién sirves?

-No te incumbe – extendió su brazo – acido de la primera cabeza – un líquido con apariencia verdosa y consistencia viscosa salió disparado.

Camile lo esquivo por reflejo y observo como unas piedras que estaban cerca de ella comenzaban a deshacerse, Leonora lanzo varios ataques similares mientras ella solo los esquivaba analizando la situación.

-Si sigues así únicamente lograras aburrirme niña.

-Tal vez esa sea mi intención – dio un brinco hacia atrás para esquivar el ácido pero Leonora levantó la otra mano lanzando un ácido color negro de esta.

-Ácido de la segunda cabeza – este alcanzo a deshacer parte de la pierna derecha de la armadura de Camile.

-Mierda – se quitó esa parte de la armadura y la lanzo contra el piso.

-Gran caución – un ataque de fuego llego de la nada atacando a Leonora.

-Llegó la caballería – Camile dijo a modo sarcástico – ya la tenía gracias.
-No lo parecía – Radamanthys  se acercó a donde ambas estaban.

-Se llama estrategia, ustedes los hombres deberían intentarla alguna vez.

-Lo hacemos, pero no es rápido así que es preferible terminar antes, ustedes las mujeres deberían intentarlo.

-Lo hacemos, pero no nos genera ningún placer, es mejor ir lento – sonrió de manera socarrona y Wyvern igual.

-Lo tendré en cuenta, de nada por cierto.

-Debemos tener cuidado, la mano derecha lanza un ácido verde que es capaz de corroer todo, el ácido negro de la mano izquierda puede incendiar lo que toca, no ha demostrado poseer ningún ataque de cosmos puro, solo ha ocupado esas técnicas pero puede estar ocultando más.

-Ya veo, Radamanthys de Wyvern por cierto.

-Camile de Lobo.

-Sobrina de Kanon, si ya sé quién eres.

-Algo así, después armamos mi árbol genealógico.

-Maldito idiota me arruinaste el peinado, pero no tengo intenciones de jugar contigo, tu brujita me las pagaras cuando nos volvamos a encontrar.

-Personalmente espero no volverte a verte traga hormigas, pero si no se puede evitar – Leonora desapareció en una  cortina de humo verde.

Los caballeros dorados: la generación sin armaduraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora